El 30 de marzo de este fatídico año 2020, el gobierno español aprobaba un Real Decreto que suspendía toda actividad productiva considerada no esencial, tratando de evitar una escalada de contagios en plena crisis epidémica por el virus COVID-19. Dentro de las actividades consideradas esenciales se encuentran aquellas dirigidas a satisfacer las necesidades básicas de la población, entre las que se halla, lógicamente, la producción y comercialización de alimentos. De entre las personas trabajadoras del sector agrícola, las de origen inmigrante ocupan los puestos más precarios, inestables y peor pagados: jornaleras, almaceneras, etc. Son el eslabón más débil en la cadena de producción alimentaria, ya que, a pesar de ser esenciales, son desechables: son Homo Sacer. ¿En qué lugar les deja la crisis que estamos atravesando?