En el punto más álgido de la pandemia, derivada del impacto de la Covid19 a nivel global, 194 países en el mundo impusieron el cierre de las instituciones educativas.
Los centros educativos son el principal contexto extra-familiar de socialización de los niños y el principal contexto de integración para niños migrantes y refugiados. La privación de la vida escolar no sólo afecta al aprendizaje curricular y del idioma del país de acogida, sino que, en el caso de los menores migrantes, recién llegados al país de destino, perjudica gravemente el bienestar social de los que no han tenido tiempo de desarrollar redes y vínculos de apoyo en su comunidad local. Además, las manifestaciones emocionales del encierro y la distancia social como, por ejemplo, sentimientos de tristeza, incertidumbre, trastornos en los ciclos del sueño o la alimentación, etc. han puesto de manifiesto la importancia de apoyar emocionalmente a los niños, favoreciendo su acompañamiento y reforzando los vínculos dentro de la familia.