J.A. Marina y María de la Válgoma denuncian en un interesante libro (“La lucha por la dignidad, Barcelona 2000”) que la evolución de los derechos humanos debe reconocerse por el impulso de lo que denominan como argumento ad horrorem, esto es por la vergüenza sentida ante los excesos contemplados por los abusos de minorías contra la naturaleza en un grado tal que exigiría una respuesta ineludible.
La cronología de los acontecimientos durante el siglo XX les da la razón. No solo en la ecuación entre la Declaración de 1948 y el exterminio de los judíos o las masacres en Hirosima y Nagashaki de la II Guerra Mundial; sino también en los excesos en la desigualdad entre países que condujo a la proclamación del Derecho al Desarrollo en 1986; o las amenazas por el deterioro medioambiental que condujeron a los trabajos de la COP21 de París en 2015.