De todos los escenarios posibles que pudiera haberme planteado en mi cabeza cuando comencé mi periplo en el SJM, en ningún momento me imaginé que una enfermedad como el coronavirus nos afectara de la manera que lo está haciendo. En un contexto como este, en el que se ha condicionado absolutamente todo, la forma de realizar el trabajo se ha visto transformada drásticamente y nos hemos visto abocados a cambiar la oficina por los salones o habitaciones de nuestras casas.
La transición ha sido compleja para todo el sector social. La mayor parte de las actividades que desarrollan las entidades tuvieron que parar ante la posibilidad de contagio. Sin embargo, las realidades de las personas migrantes en situación de vulnerabilidad que acompañamos encontraban una nueva dificultad añadida con el estado de alarma. A nivel social, la crisis sanitaria ha venido acompañada por una crisis económica cuyas consecuencias está empezando a sentir una parte significativa de la sociedad, precarizando la situación de muchas personas. Por este motivo, es fundamental que las entidades puedan continuar con la labor que desarrollan en este nuevo contexto social. Para poder hacerlo, desde las entidades se ha trabajado en encontrar nuevas vías de actuación para poder adaptarse a las circunstancias.
Este proceso ha permitido que muchas personas hayan sacado lo mejor de sí mismas para tratar de que ninguna persona quedara atrás ante esta nueva realidad. Esa actitud ha sido la principal fuente de motivación de los diversos proyectos surgidos durante este período desde diversas entidades y colectivos, demostrando una capacidad de adaptación muy buena ante la crisis. Estos proyectos han tratado de abarcar el mayor número de dimensiones posibles como cuestiones jurídicas, alimenticias o de acogida, pero también ha sabido abrir un espacio para el factor psicosocial y señalar su importancia.
De los proyectos en los que he participado destacaría la Oficina de Atención Virtual. Fue fruto del momento, un ajuste ante la imposibilidad de desarrollar la actividad normal de la entidad. Es el tipo de proyecto que evidencia la voluntad por seguir llegando al máximo número de personas posibles pese a cualquier eventualidad. Aunque muchas veces se carezcan de los medios para poder llegar a todas las personas que se quisiera, el trabajo de las entidades aprovecha al máximo las herramientas que tiene a su alcance y esto ha permitido que múltiples personas puedan mejorar sus condiciones de vida durante el actual estado de alarma.
Esta capacidad podría ser aquello que marcara la diferencia, porque va a ser tremendamente importante para la nueva realidad que ha germinado. Muchas personas están sufriendo ya los efectos y encontrar la forma de poder acompañarlas es clave. Pero también esta crisis ha permitido ver actos valerosos de solidaridad. Ha habido múltiples personas que han colaborado de diversas formas para tratar de paliar la situación y han demostrado ser paradigma de determinación en un contexto complejo. En una sociedad que con bastante frecuencia tiende a fomentar el individualismo, reforzar estas acciones solidarias es fundamental.
Ante una situación tan sensible a posibles contingencias, la actualidad será la que determine de qué manera se podrá realizar el acompañamiento. Sin embargo, esto no implica que la actividad de la Red decaiga de ninguna manera. Abriendo nuevas vías de interacción con las personas se ha conseguido poder ofrecer un servicio a las personas que lo han precisado y si estas vías quedaran obsoletas por las nuevas circunstancias, se buscará una nueva que se ajuste a las especificidades del momento. Mientras tanto, tratar de cambiar la inercia que genera vulnerabilidad y acabar con la apatía de las estructuras que generan y reproducen esa situación, será una labor que desde las entidades y redes de apoyo sociales se seguirá desarrollando con convicción.
Esta situación atípica de pandemia, ha favorecido que la principal lección que me lleve del trabajo que he desarrollado en el SJM sea la experiencia en primera persona sobre que las circunstancias adversas no frenan la voluntad por seguir construyendo una sociedad que otorgue oportunidades de vida a todas las personas que viven en ella. Son indiferentes las trabas o escollos que se puedan encontrar, siempre va a ser un escenario en el que puedan surgir oportunidades para poder acompañar a las personas migrantes en situación de vulnerabilidad. Esto es posible porque hay muchas mentes dispuestas a hacer brotar ideas que permitan seguir adaptándose a cada reto de una manera u otra. En lo personal, este bagaje tiene un trasfondo tremendamente potente. Es reconfortante el hecho de que ante una situación de incertidumbre, muchas personas hayan priorizado sus valores y hayan tomado un papel proactivo para poder seguir desarrollando acompañamiento y apoyo a las personas en situación de vulnerabilidad. Me ayuda a apuntalar mi convicción de seguir aportando mi granito de arena saber que el compromiso por construir un mundo mejor no zozobra y que las personas que trabajamos en el sector social proseguiremos con nuestra labor pese a las dificultades que puedan venir en el futuro