“Volar con los instrumentos de navegación apagados es una aventura muy peligrosa”, afirma Antoni Plasència, epidemiólogo y director del Instituto de Salud Global de Barcelona en su columna de El País. En este caso, volar hace referencia a la planificación y gestión de las tan esperadas medidas de desconfinamiento y la contingencia de hacerlo a ciegas viene determinada por la escasa calidad de los datos disponibles.
No es éste un problema nuevo, ni se circunscribe sólo al ámbito sanitario. Paradójicamente, pese a la revolución digital experimentada en lo que llevamos de siglo y la aparición de nuevas tecnologías que facilitan la recopilación y el análisis de información, seguimos sobrevolando escenarios de auténtica incertidumbre. Concienciar de esta realidad a profesionales y ciudadanos y capacitarles para generar, analizar y tomar decisiones basadas en datos en su entorno, cualquiera que este sea, es uno de los objetivos de la cultura de datos.
Vivimos en la era del Big Data, una cultura de datos caracterizada por las “cinco V”: volumen, velocidad, variedad, veracidad y valor. Estos datos conforman la información que, una vez almacenada y analizada, permite observar lo ocurrido, establecer relaciones de causalidad y correlación, y hacer predicciones de futuro. En la actual crisis sanitaria, social y económica causada por el Covid-19, se ha evidenciado la importancia de esta cultura de datos, no sólo para la toma de decisiones políticas, sino también para el pulso de la ciudadanía contra el virus.
Desde hace más de un mes el café de los desayunos se sirve con leche y datos. Y nos acostamos revisando la famosa curva, a ver si hubiera bajado. A fecha 20 de abril de 2020, se contabilizan 200.210 contagiados, 20.852 fallecidos y 80.587 recuperados. A ojo de buen cubero, un 9% de fallecidos. Normal que cueste conciliar el sueño, la curva no baja.
Estos datos en sí mismos no son dañinos, son un derecho en democracia, pero sí puede serlo la forma en que se explica lo que está pasando, señala Francesc Pujol, director del Economics, Leadership and Governance Program de la Universidad de Navarra en una entrevista. Por eso Pujol propone un modelo alternativo que refleja la tendencia y no la mera acumulación.
En un profundo respeto por la profesión ajena, dejamos a nuestros compañeros expertos en estadística el análisis de su fórmula, y las autoras de este post nos centramos en algo que nos llama especialmente la atención leyendo su entrevista, como es su énfasis en la narrativa que la acompaña.
En un sencillo ejemplo, intentamos aplicar su estrategia narrativa a los datos ofrecidos más arriba. Ese abrumador 9% de fallecidos se calcula sobre el número de personas de las que con certeza se sabe que han contraído la enfermedad (lo que a veces se conoce como tasa de letalidad cruda). La letalidad del virus, sin embargo, es muy inferior (en torno al 0,66%). El motivo detrás de esta diferencia es la indetección: hay personas contagiadas de Covid-19 que nunca se contabilizan porque no muestran síntomas o su sintomatología es leve y por tanto no se les realiza el test. En un país como España, donde a diferencia de otros países no se están llevando a cabo test masivos, no debemos perder esto de vista.
Los datos absolutos son necesarios y deben comunicarse con la debida transparencia. Sin embargo, el pulso que la sociedad española (y global) está echando contra el virus merece de una narrativa que muestre de manera palpable que sus esfuerzos están sirviendo para algo. La asunción de esta cultura de datos plantea grandes desafíos, pero si todos nos hacemos responsables de ella conseguiremos, como dice el filósofo Yuval Harari, reconstruir la confianza de la gente en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación.
Clara Barrio y María José Castaño son investigadoras del IUEM y en la actualidad trabajan en el proyecto Data culture in Human Trafficking, liderado por este centro de investigación en coordinación con UNICEF. El objetivo de este proyecto es mejorar la aplicación de la cultura de datos en materia de trata de seres humanos en España para la identificación y asistencia a víctimas de trata de seres humanos.