Se acerca el final de mi etapa como Asistente de proyectos en el Servicio Jesuita a Refugiados – Sudáfrica. Gracias a la Beca ofrecida por la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, estoy disfrutando de una de las experiencias más enriquecedoras personal y profesionalmente.
El verano ha llegado a Johannesburgo, y con él, aparte del calor y las tormentas eléctricas por las tardes, la ciudad se ha llenado de Jacarandas, que han teñido las calles de morado. Joburg está precioso en esta época del año.
Como ya expliqué en el anterior blog, divido mi tiempo de trabajo entre la Oficina Regional (RO, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Sudáfrica. En los últimos meses, la mayor parte de mi tiempo en la RO lo he dedicado a escribir un informe sobre las barreras en la educación en el Campamento de Refugiados de Tongogara, Zimbabue, que servirá como base para la implantación de un nuevo proyecto. Primero diseñé el cuestionario, tanto para profesores/tutores como para padres y chicos/as entre 13 y 18 años. Una vez que el equipo de JRS Zimbabue había realizado las encuestas en el campamento, me las remitió para el posterior análisis de datos y redacción del informe. Los resultados son preocupantes, pero no sorprendentes. Acceder al derecho a la educación sigue siendo más complicado para las niñas que para los niños, a pesar del compromiso de SJR con la igualdad. Los principales hechos que causan el abandono escolar en el campamento de Tongogara tienen que ver con la barrera del lenguaje y con los matrimonios tempranos y forzosos, que siguen siendo una práctica aceptada entre la comunidad e impiden a las niñas continuar estudiando. Los resultados no son más que una muestra más de la sociedad patriarcal en la que vivimos.
SJR Sudáfrica ha recibido una buena noticia recientemente. Tenemos fondos para reformular el proyecto de salud existente y ¡continuarlo durante los próximos tres años! Se trata de un proyecto que tiene como objetivo proporcionar asistencia médica y social a personas refugiadas y solicitantes de asilo con enfermedades crónicas y terminales y prestar apoyo psicológico tanto a ellas como a sus familiares. Como parte de este proyecto se quiere averiguar el estado nutricional de los beneficiarios y los comportamientos de riesgo para la salud que pueden estar llevando a cabo. He diseñado los cuestionarios que se usarán en el estudio, cuyos resultados ayudarán a desarrollar los planes de atención y tratamiento adecuados para cada beneficiario. Y la semana pasada, junto al coordinador de salud, impartimos un seminario al equipo trabajadores comunitarios de salud acerca de la ética en la investigación y la administración de encuestas.
El hecho de hacer visitas periódicamente a personas con las que trabajamos y a nuevos refugiados que llegan pidiendo asilo a Sudáfrica me ha permitido acercarme a las duras realidades que afrontan las personas que tienen que huir de su país, dejándolo todo atrás. Escuchas conmovedoras historias que te hacen admirar su fortaleza y a la vez reflexionar acerca de las tremendas dificultades e injusticias que tantas personas afrontan por el mero hecho de nacer en un lugar con problemas no resueltos, la falta de apoyo internacional o la lentitud de estos apoyos que pierden su eficacia por la insoportable burocracia. Por no hablar de los países en crisis inmersos en corrupciones y al servicio en muchos casos de intereses de terceros sin escrúpulos.
En los últimos meses la situación en Sudáfrica, especialmente en Johannesburgo ha sido crítica para la población extranjera. Se han desatado una serie de ataques xenófobos contra migrantes de otros países africanos. La pobreza generalizada del país y la alta tasa de paro (cerca del 30%, una de las más altas del mundo), junto a la ausencia de soluciones institucionales, han resultado en una creciente xenofobia entre la población sudafricana, que culpa a los migrantes de ‘robar’ el trabajo a los locales. Aunque de sobra es sabido por los dirigentes que la población inmigrante encuentra numerosas trabas para acceder al mercado laboral y no son ellos el foco del problema del paro y la criminalidad del país, el gobierno ha preferido mirar hacia otro lado mientras los extranjeros pagan con las culpas. En esta oleada de violencia xenófoba, varios beneficiarios de JRS han sido afectados. Las pequeñas tiendas y comercios de algunos de ellos, que son su único medio de vida, han sido saqueadas, destruidas y quemadas. Dentro de estos episodios, que desgraciadamente se repiten cada cierto tiempo en Sudáfrica, hay algo positivo. Y es que tanto organizaciones como muchos sudafricanos se levantaron el pasado septiembre para pedir la coexistencia pacífica con todas las personas, independientemente de su origen. Se organizó una manifestación, en la cual JRS formo parte, pidiendo al gobierno poner fin a la violencia xenófoba de las últimas semanas.
Parece mentira que solo me quede mes y medio para volver. ¡El tiempo vuela cuando estás aprendiendo, descubriendo y disfrutando!