«Primeras impresiones desde Nairobi» por Belén Rico desde el JRS Kenia

La Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Comillas con el apoyo de INDITEX  presenta cada año su programa de prácticas profesionales remuneradas. El programa está dirigido a alumnos del Máster Universitario en Cooperación Internacional al Desarrollo y del Máster Universitario en Migraciones Internacionales del IUEM. Belén Rico esta realizando las practicas en el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Nairobi (Kenia), desde allí comparte sus primeras impresiones sobre su experiencia ¡No te lo pierdas!

Sólo llevo unos pocos meses en Nairobi y podría contar tantas pequeñas cosas…Pero quería hablar de cosas que puedan ser interesantes de compartir aunque puedan ser impresiones comunes o que resulten lógicas, pero al fin y al cabo son mis impresiones, las de una persona normal y corriente que llega a un país nuevo y desconocido.

Para empezar, creo que es importante contar un poco sobre el país y por qué he venido aquí.

Sólo comentar a grandes rasgos que Kenia es un país de unos 50 millones de habitantes, que centra su actividad económica principalmente en el turismo, producción de té y café y exportación de flores, destacando también en el sector de telecomunicaciones. Kenia es un país con una tasa de paro de un 39%, en el que la corrupción está generalizada a todos los niveles y en el que su sociedad está cansada de las tensiones políticas de los últimos tiempos. Kenia cuenta con unos 42 grupos étnicos que conviven en el país y estas tensiones no están ayudando a superar los problemas de tribalismo existentes.

Es uno de los países considerados de acogida de África del Este. Según ACNUR acoge a 488.415 personas refugiadas y solicitantes de asilo registradas procedentes mayoritariamente de Somalia, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Ruanda y Burundi entre otros. La sequía y los conflictos en las regiones del Cuerno de África y Grandes Lagos son las principales causas de huida para muchas personas que llegan al país.

He venido a Nairobi como “Assistant Programmes Officer” en la oficina regional de JRS África del Este, apoyando en proyectos de los países de la región: Kenia, Etiopía, Sudán, Sur Sudán y Uganda. La actividad de JRS es apoyar a personas refugiadas, desplazados internos, solicitantes de asilo y comunidad de acogida principalmente para que puedan acceder a una educación de calidad, recibir asistencia psicosocial y pastoral, y que desarrollen medios de vida sostenibles.

Después de esta breve introducción, empiezo compartiendo que una de las cosas que te dicen que tienes que saber antes de llegar es que los ritmos en Kenia son diferentes. Aquí los tiempos son distintos, así que una de las primeras cosas que aprendes en suajili es “pole pole”, que quiere decir: despacio, sin prisa. Por ejemplo, puedes encontrarte en mitad de un atasco en el que te puedas ver horas parado y hay que tomárselo con calma. Y en efecto, nada más llegar, desde el aeropuerto al recinto de JRS tardamos 3 horas. En ese trayecto, algo que me llamó la atención aparte del caos del tráfico en Nairobi y la contaminación de los coches, fue la cantidad de gente, niños y mayores, vendiendo de todo en mitad de la carretera, pero sobre todo, las desigualdades que se apreciaban al pasar de un barrio a otro.

De esto último me gustaría empezar a hablar. Una de las cosas más impactantes de Nairobi son las tremendas desigualdades que existen en esta ciudad. Puedes encontrar desde un barrio con altos edificios de oficinas y grandes almacenes en el Central Business District hasta más de 20 barrios marginales o slums con los que cuenta Nairobi.

Se dice que por cada barrio adinerado existe uno o más slums. Pero lo más sorprendente, de primeras, es lo cerca que están unos de otros. Preguntando, resulta que esto es así porque las personas que trabajan en los barrios adinerados viven en estos slums. De hecho, la misma calle donde se encuentra la oficina de JRS, que forma parte de un barrio adinerado, desemboca en uno de los muchos barrios marginales de Nairobi, Kawangware. Si andas recto, en cuestión de unos 15 minutos se aprecia perfectamente que hay un corte, el orden desaparece y se convierte en un caos polvoriento. Dejas de ver casas cuidadas con sus jardines y su seguridad en las entradas y lo que ves son muchos pequeños comercios seguidos unos detrás de otros, puestos de comida callejeros, mucha gente en la calle, basura, muchos coches, autobuses y matatus (mini autobuses a veces temerarios). De esta calle principal salen pequeñas calles sin asfaltar llenas también de comercios y gente. El cambio es abrumador…y sólo en unos metros.

Y esto sólo es uno de los muchos slums, que sirve de ejemplo, pero no puedo hablar del resto porque no conozco la mayoría de ellos.

 

Vista desde el aire de dos barrios de Nairobi en la que se aprecia el claro contraste entre uno y otro.

En estos slums viven más de 65.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo. Son a estas personas (realmente a una pequeña parte de estas) a las que asiste el Servicio Jesuita a los Refugiados o JRS en sus siglas en inglés.

Al mes de llegar y empezar a trabajar con JRS, tuve la suerte de visitar a algunas de las familias que viven en situación de vulnerabilidad y que forman parte de los proyectos que JRS tiene en Nairobi.

Estas visitas fueron inolvidables, muy intensas, de las que te hacen poner los pies en la tierra y abrir los ojos a unas realidades que no nos imaginaríamos nunca. Por mucho que hayamos leído y estudiado, escuchar sus historias desgarradoras, te hace ser consciente de la gravedad de las circunstancias por las que pasan millones de personas en el mundo y de las que somos ajenos. Pero sobre todo, te hace creer en la esperanza y apreciar la fortaleza con la que afrontan todas estas situaciones. Al fin y al cabo son familias, cada una de ellas tratando de encontrar una vida digna.

Conocer a personas con nombres y apellidos que se han visto en la necesidad de buscar refugio en otros países y haber podido escuchar sus historias, para mí, es todo un privilegio.  La generosidad con la que te reciben en sus casas es impagable, compartiendo sus historias, apreciando sus miradas, su fortaleza, sintiendo frustración e impotencia por sus injusticias y la vez, no poder hacer nada directamente…

Sin embargo, JRS contribuye a la mejora de sus condiciones en la medida de lo posible, ya que la falta de fondos para financiar estos proyectos  ha afectado de manera directa a los mismos, limitando las actividades y el personal involucrado.

Una de las reflexiones que tuve al visitar a estas familias, fue el hecho de diferenciarnos los unos a los otros, llamándoles “refugiados”. Somos nosotros quienes nos empeñamos en poner etiquetas a la gente, lo cual nos hace alejarnos los unos de los otros, ser diferentes y no lo somos. Son personas reales, igual que tú y que yo, con el terrible añadido de que han tenido que huir de sus países por diferentes razones dejando todo atrás. Nada de lo que han vivido es justo ni ha sido por elección propia, empezando por esto.

En relación a esto, quería compartir también, que algo parecido salió a colación en la celebración del 104º Día Mundial del Emigrante y del Refugiado el 14 de enero.

En Nairobi, la Conferencia Episcopal de Kenia (KCCB) junto con JRS organizaron un evento conmemorativo juntando a personas locales y no locales contando con la invitación especial de los obispos de Garissa y de Maralal. Con el lema “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados” se iniciaba la jornada con la celebración de una misa, dando paso a actuaciones interpretadas por personas refugiadas que acuden a esta parroquia, donde hay una oficina de JRS para apoyarles. Entremedias y según el artículo que JRS publicó con motivo de este día, hubo un simbólico acto en el cual se plantaron tres árboles, representando la esperanza de que esta tierra que todos compartimos, un día se convierta realmente en un verdadero hogar para todos y cada uno de nosotros.

 

Con Mons. Joseph Alessandro, obispo de Garissa y gente de la comunidad después de plantar los tres árboles.

Todo ello, fue una oportunidad para crear comunidad y conmemorar el hecho de que al fin y al cabo somos todos personas, vengamos de donde vengamos. Además se aprovechó para presentar las propuestas del Papa Francisco sobre los dos Pactos Globales Sobre Migrantes y Refugiados que los líderes mundiales acordaron desarrollar en una cumbre de la ONU en 2016. En este documento se muestra el mensaje y el compromiso del Papa para hacer frente a este importante asunto y en el que propone 20 puntos de acción pastoral enfocados a la Sociedad Civil y 20 puntos de acción sobre los Pactos Globales que sirven de elementos de incidencia entre Gobiernos y Organizaciones Internacionales.

Para leer el artículo entero publicado por JRS África del Este: http://www.jrsea.org/news_detail?TN=NEWS-20180131064250

 

En la primera fotografia, Mons. Joseph Alessandro y Mons. Virgilio Pante, los obispos de Garissa y Maralal respectivamente junto con el Rev. Daniel Rono, revelando el documento con las propuestas del Papa para los Pactos globales sobre migrantes y refugiados. En la segunda, cuatro jóvenes ruandesas interpretando un baile típico de su país.

Estas son sólo unas impresiones y algunas vivencias entre muchas.

Gracias a la oportunidad que me da esta beca de vivir en Nairobi y trabajar con JRS, he podido acercarme a las duras realidades que la gente se encuentra al llegar a un país de acogida. Además, me está aportando una visión muy interesante de cómo funciona una Organización Internacional en un país empobrecido, de sus virtudes y sus dificultades (o challenges como dicen aquí) y de cómo hacerles frente.

Está siendo una experiencia muy valiosa en todos los aspectos, una aventura llena de aprendizajes, conociendo una cultura muy rica y diferente a la nuestra, descubriendo nuevas personas, nuevas costumbres, nuevas lógicas a la hora de trabajar con gente profesional y comprometida.

En definitiva, estoy disfrutando mucho y sigo con muchas ganas de ver con qué me voy encontrando cada día en esta experiencia keniana.

 

 

 

 

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