Esta tarde marcho a Melilla a pasar un rato, así me despejo. Salgo de la DDM (Delegación Diocesana de Migraciones), cojo un “Grand taxi”, uno de esos Mercedes antiguos donde nos metemos tropecientas personas bien apretadas… en escasos quince minutos he llegado al paso fronterizo de Beni Ensar, paso la frontera con mi pasaporte, ese pasaporte color rojo que muchos desearían tener y que yo simplemente por el hecho de nacer donde he nacido tengo sin más… En la frontera se respira un ambiente tenso y desolador. Se ha prohibido el paso de mercancías, el visado está muy restringido, y solamente hay un paso fronterizo abierto.
Después de una larga espera, finalmente consigo cruzar.
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