Han pasado poco más de tres meses desde el inicio de mis prácticas en el área de Comunicación, en la oficina técnica del Servicio Jesuita a Migrantes.
Tres meses que se han pasado tan rápido como un abrir y cerrar de ojos y en los que he descubierto que, sin dudas, el SJM es tal cual lo había escuchado definir antes de comenzar mis prácticas: una familia, una comunidad, en la que todos y todas son bienvenidos. En especial, tener la posibilidad de trabajar a diario en la Casa San Ignacio, donde el SJM tiene su oficina técnica, genera un sentido especial de pertenencia a una comunidad, donde siempre hay algo para compartir o algún encuentro para celebrar, entre sonrisas.
En estos últimos meses hemos tenido multitud de hitos en SJM y de los cuales fui parte junto con el equipo. Desde la grabación de podcasts (pueden escucharnos en Semillas 😊), lanzamiento de informes (como ‘Donde Habita el Olvido’), formaciones, rodajes de vídeos (no se pierdan el corto documental que lanzamos en diciembre); hasta la creación de diversos contenidos y mensajes de comunicación alineados a la misión del SJM que consiste en servir, acompañar y defender a las personas migrantes y refugiadas; sumado al cierre del año…
Todas y cada una de las instancias han sido y continúan siendo extremadamente gratificantes en lo personal, académico y profesional. Me encuentro interpelada constantemente por realidades complejas y contextos muy distintos a los de mi país de origen (Uruguay), como la Frontera Sur o los centros CIE. Estas situaciones me han permitido aprender, reflexionar, animarme a ir a más y confirmar la importancia del trabajo comunitario, que logra unir sueños y esfuerzos por la justicia social, la garantía de los derechos humanos y la dignidad de todos y todas.
Formar parte del Sector Social de la Compañía de Jesús es realmente una experiencia única, compleja y extraordinaria a la misma vez. En especial, es una gran oportunidad poder vivir esta experiencia de prácticas junto a un equipo como el del SJM, que está preparado para enfrentar los complejos retos de la actualidad migratoria con profesionalismo y experiencia, pero, sobre todo, con mucha pasión, compromiso y dedicación. Por último, no puedo dejar de agradecer particularmente a Dani por demostrar su pasión a diario, por siempre dar una mano y por contagiar su gran espíritu.
Les comparto algunas fotos que muestran tan solo un pedacito de esta gran experiencia. ¡Y muy entusiasmada también por todo que vendrá en los próximos meses!
Camila Álvarez es beca prácticas 22-23 de la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos de la Universidad Pontificia Comillas.