[Lluís Oviedo] El fuerte desarrollo de la inteligencia artificial, con sus numerosas aplicaciones, ha sorprendido a muchos sectores sociales, también al religioso, y parece que la teología debería tomar nota y responder ante los posibles retos que se plantean. Para ello una primera misión es la de intentar comprender los términos del problema o los retos que se dan, para poder responder y adaptar el mensaje cristiano en este nuevo contexto, que requiere un ejercicio continuo de inculturación o de adecuación de la fe a nuevos ambientes. El artículo se propone repasar los temas más urgentes en los que la teología está llamada en causa, es decir, las cuestiones que pueden ser objeto de elaboración teológica. En ese sentido conviene ir más allá de las cuestiones éticas para centrar el debate en temas antropológicos y soteriológicos. En particular, la teología está en condiciones de abordar de forma especial el llamado “problema del alineamiento”, que para muchos es la gran cuestión que surge con el inusitado progreso de la IA.
La teología ante la irrupción de la IA Generativa
En un intento de resaltar los puntos más recurrentes y significativos en las últimas publicaciones sobre el tema, cabe apuntar a los siguientes:
El replanteamiento de la relacionalidad o alteridad, es decir en la referencia entre humanos y estas entidades inteligentes con las que estamos interactuando y probablemente nos relacionaremos todavía más. Dichas formas de relación invitan a repensar la condición humana desde el punto de vista teológico, pero también a concebir la IA de modo más exigente, pues la capacidad relacional está en la base de cualquier forma de humanización. Todo ello invita a profundizar más en temas como IA, conciencia, alma y otras capacidades sentientes que se preanuncian. Probablemente se pueda percibir en estos análisis una versión teológica del llamado “problema del alineamiento” (alignment problem) es decir de la necesidad de que el desarrollo de la IA no se desajuste respecto de los planes y necesidades de los humanos, de quienes los programan, o en términos positivos, que se dé una sintonía entre los humanos y dichos sistemas inteligentes, que en nuestro caso, podría incluir la dimensión religiosa o espiritual de los primeros, con la que también dichos sistemas deberían compaginarse.
El segundo gran tema que cabe identificar es el de la dimensión religiosa que pueden asumir los nuevos sistemas inteligentes, y que podrían incluso dar lugar a algo más que meros asistentes para actividades pastorales o guías espirituales, lo que suscita importantes cuestiones, que también conectan con el punto anterior, es decir, el de la interacción entre humanos y dichos sistemas, e invitan a pensar incluso en una “dimensión religiosa” de la IA, o que pueda diseñar formas religiosas más evolucionadas o perfeccionar formas de expresión religiosa.
Nuevas cuestiones éticas que nacen menos de las expectativas y más de las aplicaciones reales que van dándose. Por ejemplo, la necesaria referencia a las cuestiones de sostenibilidad, o también propuestas para una sólida fundamentación teológica de la ética aplicada a la IA. También en este caso pueden formularse los temas éticos como cuestiones en torno al problema del alineamiento, que puede entenderse en buena parte como una cuestión ética o normativa, ante los riesgos que se perciben de que se pierda la sintonía con las prioridades y los planes humanos.
Cuestiones Prácticas
Históricamente, se ha intentado reemplazar la religión con sistemas seculares que suplan sus funciones. La IA podría dar un impulso a este ideal, al ofrecer mejoras en áreas como la salud, el diagnóstico y la terapia, así como en la gestión de instituciones y la vida de las personas. Surge así la pregunta: ¿el desarrollo de la IA amenaza la fe y la vida cristiana, volviéndolas obsoletas?
Impacto en la Escatología y la Antropología
La teología ha expresado temores de tipo apocalíptico sobre el impacto de la IA, inspirados en la cultura popular. Sin embargo, podría ofrecer una visión más constructiva y esperanzadora, reservando el mensaje apocalíptico como último recurso.
En el ámbito antropológico, la IA obliga a repensar la idea tradicional de la «imagen de Dios» en el ser humano. La percepción del ser humano como un individuo aislado está dando paso a una visión de un «homo technologicus», un híbrido conectado e interdependiente. Esto plantea desafíos sobre la responsabilidad, la atribución de valor moral y el desarrollo de virtudes en un entorno cada vez más controlado y previsible.
En resumen, el vertiginoso desarrollo de la IA obliga a repensar la concepción de la persona humana. Una visión teológica integral, que reconozca la complejidad, la falibilidad y la redención del ser humano, puede ser la base más sólida para afrontar los retos planteados por la IA. Una antropología débil o secularizada podría ser menos capaz de preservar la identidad y los rasgos que permitan una interacción menos arriesgada con la IA.
La IA como fuente de Trascendencia
Algunos teólogos ven en la IA una expresión suprema de la capacidad creadora humana, una prolongación de la obra divina. Sin embargo, surge la pregunta de si la IA representa una versión «mejorada» de la inteligencia, lo que podría devaluar la condición humana.
Además, el tema del alma se vuelve más complejo. La IA plantea la cuestión de si un sistema inteligente avanzado podría tener alma, lo que desafía la noción tradicional de que solo los seres humanos vivos pueden tenerla. Esto lleva a reflexionar sobre la dignidad, la libertad y la exclusividad del ser humano frente a las máquinas cada vez más perfectas.
IA, procesos de creer y Dios
Además de la ayuda para desentrañar los procesos de creer, también se trata de comparar formas de creer, y hasta qué punto la IA se convierte también en objeto de creencias. De hecho, muchos creen que la IA puede salvar al mundo, mientras que otros temen que lo arruine y nos lleve a todos a la completa destrucción. Como puede observarse, en estos casos, la IA puede ser al mismo tiempo una fuente para la comprensión del proceso de creer, pero también una realidad sujeta a la dinámica de las creencias, que tienen un alcance desmesurado. De hecho, mucho depende de nuestras creencias a la hora de plantear las cuestiones que surgen en torno al desarrollo y aplicaciones de la IA, si creemos que serán más o menos buenas, o si creemos que representan una maldición para el género humano.
¿Puede la teología intervenir en el debate actual en torno a la IA?
La teología puede participar en esos debates sólo si está bien informada y conoce bien las distintas dimensiones implicadas, para poder decir algo que tenga sentido o que no resulte de la repetición de otras voces. Puede ser que el papel de los teólogos en estos casos no sea tanto añadir juicios bien razonados de tono prudente, sino, en sentido kantiano, ofrecer motivaciones e invitar a acoger la fuerza o inspiración de la gracia, para poder afrontar dichos problemas con más coraje y capacidad. De todos modos, probablemente un punto de contacto e implicación teológica en esas cuestiones sea el factor humano, o bien las concepciones antropológicas que deben estar en la base de las visiones o programas morales. La teología probablemente puede aportar más en el conocimiento de la persona y de sus condiciones y límites a la hora de proponer sistemas de valores que guíen las decisiones éticas.
Conclusión
A modo de reflexión final, la teología también puede replantearse desde la axiomática o criterios que aporta la IA, y puede repensar su papel en términos de alineamiento, no tanto en relación con esos sistemas inteligentes, sino de un esfuerzo por alinearse con la voluntad de Dios, y con las exigencias de las personas en nuestro propio ambiente. La salvación que anuncia la fe cristiana puede ser entendida como un esfuerzo de alineamiento, es decir, de una búsqueda de sintonía entre Dios y la humanidad; entre sus caminos y nuestros caminos. Está claro que en ese esfuerzo re-entran nuevos factores, como las formas más avanzadas de IA, que producen desajustes y obligan a buscar nuevas formas de sintonización sutil con la voluntad divina. De todos modos, la teología trata de incluir a Dios en esa ecuación que intenta conformar nuestros planes y los desarrollos, a veces inesperados, de la IA.
El problema del alineamiento puede ser entendido como una nueva versión de la cuestión de la contingencia, que aumenta de forma incontrolable en ambientes marcados por el progreso científico y técnico, al tiempo que una complejidad no gestionable. Como señalaba el sociólogo alemán Niklas Luhmann, dichos riesgos reclaman y justifican la función de la religión, como sub-sistema social que se ocupa de afrontar los niveles de contingencia, que escapan de la capacidad o prestaciones de otros sistemas sociales. Es importante reivindicar ahora en este nuevo contexto la función de la religión, no tanto o no sólo como instancia moral, sino como proveedora de sentido ante lo imprevisible y la fuerte contingencia que generan los sistemas inteligentes.
*Extractado del artículo de Lluís Oviedo en Razón y Fe que puede consultarse íntegro aquí.