Racionalidad vs Irracionalidad (Parte XII)

(Por Adolfo Castilla) La presente entrega es la duodécima y última de la serie “Racionalidad vs Irracionalidad”. Tratamos en ella temas filosóficos surgidos en la última parte del Siglo XX, con particular referencia al Comunitarismo y a la Teoría de la Justicia, así como algunos menos generales como el libertarismo y otros. Concluyendo con una lista de posibles áreas de interés filosófico a principios del Siglo XXI. El pensamiento puramente filosófico no se acabará en este siglo, a pesar de los filósofos naturalistas actuales y de la naturalización del pensamiento que pretenden otros.

 

Sobre la racionalidad radical de la Ilustración no sacamos consecuencias otras que las recogidas en las entregas de esta serie de artículos. Las críticas iniciales de Kant a dicha racionalidad fueron correctas, pero parecen excesivas las posiciones del romanticismo alemán y, desde luego, las del idealismo extremo de Hegel y sus seguidores. Las posiciones contrarias a esto último de Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger han resultado ser tan radicales o más que aquellas y el furor de irracionalismo y surrealismo al que dieron lugar en el siglo pasado, sobre todo en Francia, se ha evaporado ya.  La irracionalidad ha dejado de ser un tema de interés para los filósofos, aunque ha pasado a la sociedad en general en forma de relativismo moral, pensamiento débil y posiciones extremas en cuanto a nuestras vidas y nuestras sociedades.

A pesar de los esfuerzos de muchos pensadores actuales en cuanto a la naturalización de las ideas y la adopción del naturalismo, es muy probable que en este siglo se produzca una revitalización del pensamiento más filosófico, íntimo y espiritual, de la mano, probablemente, de nuevas cosmovisiones aportadas por los descubrimientos científicos.

 

Comunitarismo y Pensamiento Comunitario

Continuando con las aportaciones de Amitai Etzioni (Nacido en 1929) diríamos que su paradigma deontológico es similar al que defiende Michael Sandel (Nacido en 1953), cuyos libros son fundamentales para seguir el pensamiento comunitarista. Este autor, como sabemos, hizo su tesis doctoral con Charles Taylor (Nacido en Montreal en 1931) en Oxford. Entre dichos libros destacan, Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? (DEBOLSILLO Penguin Random House 2016 y 2018); El liberalismo y los límites de la justicia (gedisa editorial 2000 y 2013); Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado (DEBATE, 2013); La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? (DEBATE, 2021).

A mí personalmente me encanta este autor por motivos diversos, al igual que a los miles de estudiantes y público en general que lo siguen con pasión.

Uno, por su forma de iniciar sus razonamientos partiendo casi siempre de hechos y situaciones reales que explica con detalle y a partir de los cuales, mediante un sistema empirista e inductivo, típicamente anglosajón, llegar a abstracciones y explicaciones generales.

Otro, por su interés en combinar en sus explicaciones el bienestar, la libertad y la virtud, y resaltar los límites de la economía, del utilitarismo y del mecanismo de mercado.

Uno más, por sus razonamientos sobre la Justicia en los que se distancia un tanto de la famosa “Teoría de la Justica” de John Rawls (1921-2002) y, por supuesto, de las ideas libertarias sobre esta cuestión de Robert Nozick (1938-2002).

Otro, por fin, por introducir la filosofía, la ética y la moral, en todos los temas que aborda.

Y uno adicional, quizás más general, por el hecho mismo de coincidir en muchas cuestiones con mi propio pensamiento, especialmente en cuanto a corregir los excesos del liberalismo y del individualismo, entender la economía como una ciencia menos general de lo supuesto hasta ahora, dar importancia a la sociedad civil (o sociedad activa), y, desde luego, por su orientación deontológica, necesaria hoy en todo lo que tiene que ver con la organización económica social y política de nuestras sociedades.

Se le considera un claro representante del comunitarismo, aunque tiene dudas sobre la bondad de este término. Su pensamiento procede, o coincide, en gran manera, con el del mencionado Charles Taylor y con los de otros creadores y participantes en el pensamiento comunitarista como Alasdair MacIntyre (Nacido en 1929); Michael Walzer (Nacido en 1935), parcialmente; y Christopher Lasch (1932 – 1994), también en parte; o Robert N. Bellah (1927-2013).

Además de autores algo más jóvenes como la jurista norteamericana Mary Ann Glendon (Nacida en 1938); el sociólogo y politólogo Robert David Putnam (Nacido en 1941) o el brasileño Roberto Mangabeira Unger (Nacido en 1947).

 

El comunitarismo en España

En España y en general en Hispanoamérica, hay mucho interés por el comunitarismo y autores muy relevantes como, Adela Cortina (Nacida en 1947); Jesús Conill (Nacido en 1952), a quien considero amigo y del que tengo una inmejorable opinión; José Pérez Adán (Nacido en 1952), o el propio José Antonio Ruiz San Román (Nacido en 1968), autor del prólogo del libro de Etzioni mencionado, La dimensión moral.

Adela Cortina en particular, catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia desde 1986 a 2017, es una figura destacadísima que ha recibido innumerables premios y que tiene una extensa obra con publicaciones memorables como Ética de la razón cordial (Ediciones Nobel, 2007), por la que recibió el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2007. También, Pobreza y libertad. Erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen (Tecnos, 2009); ¿Para qué sirve realmente…? la ética (Paidós 2013); o Aporofobia: el rechazo al pobre (Paidós 2017); entre muchas otras.

La palabra, “Aporofobia”, del título del último es una creación de esta autora que resulta muy oportuna en estos tiempos de aumento de la pobreza y la desigualdad, hechos negados por muchos. Su significado, ya aceptado por le RAE es el de miedo o rechazo al pobre, al emigrante o al refugiado.

El comunitarismo, en resumen, nos parece una filosofía política muy interesante. Su no oposición al liberalismo y al individualismo, aunque sí a sus excesos, su énfasis en la importancia de la sociedad civil y las comunidades intermedias y su enfoque deontológico, son bocanadas de aire fresco en un mundo en crisis. No es exactamente filosofía lo que estos autores hacen en el sentido con el que venimos hablando, porque mezclan varias dimensiones de la reflexión del hombre, la filosófica, la sociología y la ciencia política, pero esto mismo es ya una tendencia de lo que está ocurriendo en las primeras décadas del presente siglo.

 

Teoría de la Justicia

Conviene citar como movimiento filosófico social y político, también de finales del siglo pasado, las obras de Rawls y Nozick alrededor de la Justicia y la Libertad.

John Rawls (1921- 2002) fue un filósofo norteamericano, profesor de Harvard que trabajó siempre en el terreno de la filosofía política, al igual que los autores relacionados con el comunitarismo mencionados en los puntos anteriores. En realidad, algunos como Sandel son sociólogos, otros filósofos sin más, y otros filósofos de la política. Lo indicamos aquí porque en el resumen sobre la situación de la filosofía a principios del siglo XXI, con el que terminaremos estas notas, mencionaremos a la filosofía política como una de las áreas activas dentro de la filosofía en las dos primeras décadas de este siglo.

Rawls escribió libros muy importantes, pero, el que le dio gran fama fue, Teoría de la justicia, de 1971. Desarrolla en él sus ideas en cuanto a que, el mundo actual, regido todavía en términos de política y democracia por el espíritu del “Contrato Social” de, Thomas Hobbes (1588 – 1679), Jean-Jacques Rousseau (1712 – 1778), y otros clásicos, necesita una actualización, o, al menos, algunos elementos adicionales.

Está en contra del “utilitarismo” deJeremy Bentham (1748 – 1832) y John Stuart Mill (1806 -1873), en el sentido de no creer que el bien y la felicidad de las personas deba medirse en términos de utilidad, es decir, el placer o el mal conseguido por los individuos en la vida. Y también en cuanto que el objetivo en nuestras sociedades sea, “la mayor felicidad para el mayor número de personas”. Expresión sonora, pero que no tiene en cuenta aspectos como la Justicia, la Libertad y la Igualdad.

En esas interpretaciones de nuestra vida en común, según Rawls, no se presta atención a la “justicia distributiva”, en la que él cree.

Su libro más notable puede que sea el primero, Teoría de la justicia, de 1971, ya indicado. También lo es Liberalismo político, de 1993.

Rawls se preocupa por esas tres últimas cuestiones anteriores, justicia, libertad e igualdad, y hace una propuesta para conseguirlas basada en dos conceptos iniciales un poco especiales, la “posición original” y el “velo de la ignorancia”. El primero es similar al “estado de la naturaleza” de los partidarios del contrato social, ya mencionados, Rousseau y Hobbes, pero sobre lo que cree que se necesita desconocer las características de lo que hay. Hay que ignorar, en particular, las circunstancias de cada uno y partir desde cero.

Para eso propone el segundo concepto, con el cual quiere recoger la necesidad de ponerles a los participantes en los procesos de decisión en cuanto a la organización social, un velo en la cara para poder decidir bien. Cada uno de ellos no debe pensar en, si es hombre o mujer, asiático o europeo, negro o blanco, si está sano o enfermo, etc… Tampoco tienen importancia ni el pasado ni el presente. Nada de eso es necesario para ponernos de acuerdo en cuanto a la Justicia Social que necesitamos. Solo hacen falta respetar una serie de grandes principios.

Dichos principios, según este autor, son: 1) el principio de las libertades personales, dentro de las cuales se incluirán la, libertad de conciencia, de pensamiento y de opinión; 2) el principio de igualdad de oportunidades, la existencia de desigualdades a priori no querrá decir nunca que no existan las mismas oportunidades para todos; 3) el principio de la diferencia, según el cual las desigualdades creadas por el mercado y la competición deben ser resueltas con actividades distributivas.

 

Críticas a la Teoría de la Justicia

El último es el que más críticas levantó por parte de los liberales a ultranza, especialmente de la mano del filósofo de Harvard, Robert Nozick (1938- 2002). Aunque también criticaron al conjunto del libro personalidades como Amartya Sen (Nacido en 1933) o Gerald Cohen (1941 – 2009).

Sen, en temas específicos no estaba de acuerdo con Rawls. Por ejemplo, en la falsa distinción de Rawls entre derechos políticos y económicos, y en el hecho de que el contrato social en una sociedad moderna no se hace entre individuos, sino entre instituciones y comunidades diversas, entre generaciones actuales y futuras y entre un deterioro del medio ambiente y su protección, asuntos que nos obligan a ciertas actuaciones, no precisamente liberales.

Cohen, por otra parte, como gran marxista analítico que fue, creía que ni el capitalismo ni el liberalismo, a los que Rawls defiende, resolverán nunca la desigualdad.

La crítica más intensa y la que más partidarios aglutinó fue, como decimos, la de Nozick, hecha en su famoso libro, Anarquía, Estado y utopía, de 1973. Este autor fue un gran filósofo dentro de la filosofía anglosajona, y, a pesar de su temprano fallecimiento (63 años) tiene una amplia y diversa obra de verdadera y profunda filosofía.

El libro que comentamos, es más de filosofía política, como varios de los mencionados en los últimos puntos. Nozick parte en él del liberalismo conservador inglés de John Locke (1632-1704), pero termina en una posición muy cercana al liberalismo de derechas americano actual, muy cercano al libertarismo.

No entramos aquí en discutir este sistema político salvo decir que es un liberalismo radical, procedente en parte de la Economía Austriaca, y que en los Estados Unidos se potenció mucho en la segunda mitad del siglo pasado de la mano del economista, filósofo e historiador austriaco, Ludwig von Mises (1881-1973), y de la escritora y filósofa de origen ruso, Ayn Rand (1905 – 1992), creadora del sistema filosófico conocido como “objetivismo”, y otros.

 

Libertarismo

Para los libertarios, y Nozick lo confirma en sus críticas, el Estado debe ser mínimo y en contra de lo que dice Rawls respecto a una justicia retributiva, nadie tiene derecho a distribuir lo que pertenece a una persona. Todo lo existente o acumulado en forma de riqueza pertenece al que lo ha creado y no puede ser confiscado ni redistribuido de ninguna forma, incluida la de los impuestos. Para distribuir algo tendría que ser riqueza acumulada sin propietario, o maná caído del cielo.

Los libertarios coinciden en muchas posiciones con los liberales, por ejemplo, en los derechos naturales, según Locke: derecho a la vida, derecho a la libertad personal y derecho a la propiedad privada. Siendo especialmente sensibles y defensores a ultranza del tercero de ellos.

Hay que recordar al respecto que, para Locke, la Ley Natural era la que había establecido Dios como orden en la naturaleza y en los hombres, lo cual exigía, reverencia a lo divino, afecto filial y amor al prójimo. Y en relación con los derechos naturales establece muchas otras normas como las de no robar, no matar y otras, las cuales son necesarias para que nadie viole las leyes naturales. Para él, no obstante, los derechos naturales, tienen siempre un límite: el de no afectar negativamente a los mismos derechos de otros individuos.

Debemos recordar también que Locke creía en la relación personal y directa del individuo con Dios y en la no conveniencia de usar las imposiciones eclesiásticas en cuestiones de filosofía política y organización social.

Nozick, como ocurre generalizadamente en estos tiempos, no acude a Dios, para hablar de cómo organizarnos para vivir en sociedad, ni tampoco a ley natural alguna. Simplemente analiza la historia, estudia la realidad de las sociedades humanas, analiza lo que han dicho otros autores, especialmente los clásicos y en este caso lo que ha dicho Rawls, y hace filosofía política.

En la segunda parte de su libro, Nozick formula su propia teoría de la justicia a la cual llama, “teoría de la intitulación”, en la cual establece la “justicia en la posesión” como contraposición a la “justicia de la distribución”.

Estableció dentro de esa justicia, tres principios: 1) el principio de justicia en la adquisición; 2) el principio de justicia en la transmisión; y 3) el principio de rectificación de las injusticias.

 

Imperio

Para finalizar la revisión del pensamiento filosófico en el siglo XX llevada a cabo en los últimos puntos, mencionaríamos otro esfuerzo de filosofía política realizado en los últimos años de dicho siglo. Se trata del debido al filósofo italiano postmarxista, Antonio Negri (Nacido en 1933) y al teórico literario y también filósofo y político estadounidense,Michael Hardt (Nacido en 1960). Los dos publicaron el año 2000 la obra, Imperio, de impacto y resonancia mundial. A esta publicación siguieron dos más, para constituir una trilogía: Multitud: Guerra y Democracia en la era del imperio, de 2004 y Commonwealth, de 2009.

Imperio es considerado por algunos como, “el manifiesto comunista del siglo XXI” y es una nueva interpretación de la situación mundial en términos económicos sociales y políticos utilizando, todavía, el prisma marxista.

En vez de los estado-nación de otras épocas y de los imperios detrás de un monarca o emperador del pasado, Negri y Hardt consideran que lo que existe hoy es un imperio mundial a la cabeza del cual están los Estados Unidos y el G8, con un control ejercido por la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, y una oligarquía formada por las grandes corporaciones y un número de países satélites.

Los componentes anteriores están organizados en forma de red, y aunque no tienen soberanía ni territorio, controlan, moldean y gestionan nuestras vidas.

Proponen una actuación contra esta situación que consideran incorrecta, a partir de lo que llaman “multitud”. A diferencia de la clase obrera del primer marxismo, los autores que comentamos consideran que el cambio vendrá de la mano de todos los componentes de nuestra sociedad (profesionales, estudiantes, artistas, amas de casa, periodistas…,) los cuales constituyen también una red o la pueden constituir. Proponen actuaciones de todo tipo en línea con lo que otros llaman “sociedad civil” y nosotros hemos llamado, “sociedad comunitaria activa”.

Una forma curiosa de interpretar nuestro mundo que además ha perdido vigencia en cuestión de varios años, con los Estados Unidos dejando de ejercer su hegemonía sobre el mundo y la OTAN en pleno resquebrajamiento.

 

Feminismo radical y Orientalismo

Otras dos cuestiones en el terreno del pensamiento con cierta importancia a finales de siglo pasado, son, el “feminismo” y el “orientalismo”.

En la primera ha tenido un papel relevante la obra de la filósofa estadounidense, Judith Butler (Nacida en 1956), situada por algunos dentro del posestructuralismo y que ha publicado dos obras destacadísimas: El Género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad, de 1990 y Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo, de 1993.

Es defensora y creadora en parte de la “teoría queer”, la cual sostiene que las divisiones entre personas del tipo de, hombre, mujer, heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, etc…, son artificiales e impuestas por una cultura heterosexual dominante.

Una cosa es el pensamiento, y Butler es una muestra de ello, pero otra es el movimiento feminista en sí, el cual ha triunfado definitiva y completamente en los años transcurridos del presente siglo XXI.

Desde finales del siglo XIX, con las sufragistas y otros movimientos, hasta los años 60, el feminismo no ha dejado de crecer en el mundo. En ese año todavía la discriminación era una realidad, pero desde entonces, y especialmente a partir de los 70, el feminismo ha ido adquiriendo carta de naturaleza en el mundo y hoy es una realidad en cuanto a la igualdad de sexos y en cuanto a no aceptación de la discriminación por esta razón. Sigue habiendo desigualdades entre hombre y mujer, pero desde el punto de vista de cómo deben ser las cosas, las diferencias han desaparecido.

Butler explica, precisamente, la diferencia que existe entre “sexo”, que es algo biológico, y “género”, que alude a diferencias creadas por la sociedad, la cultura y la historia. Explica los subterfugios utilizados por nuestras sociedades para situar a la mujer en tareas secundarias dentro de ellas. Por ejemplo, siempre se ha dicho que las mujeres son muy emocionales para tacharlas de ilógicas; las mujeres son amables y sacrificadas, para que no se rebelen contra los hombres; las mujeres son buenas para la crianza de los hijos y para llevar la casa, para que no reclamen un papel activo en la sociedad.

De nuevo se ve la importancia del pensamiento. A una lucha histórica por la igualdad, se han unido las nuevas ideas, de Butler y de otros, para dar consistencia racional o lógica (curiosamente, en tiempos irracionales) a la no discriminación.

Las cosas cambian con rapidez en nuestro mundo y a esa visión del feminismo y la discriminación de la mujer se contraponen hoy movimientos más radicales como lo que representa el LGTBIQ.

El “orientalismo”, por fin, tuvo cierta importancia en los últimos años del siglo pasado, de la mano del palestino-estadounidense, Edward Said (1935– 2003).

En su libro de 1978, Orientalismo, analiza la falsa interpretación que Europa, en primer lugar, y Estados Unidos, en segundo, han tenido históricamente del próximo oriente y del islamismo en general. Considera que se le han atribuido características negativas como el atraso, la pereza, la emotividad, el exotismo, y otras no muy positivas. En su momento esas falsas ideas llevaron al colonialismo explotador de algunas épocas, o, en el mejor de los casos, a la obligación de modernizarlos y civilizarlos.

Puede que eso fuera verdad en algún momento del pasado, pero, el mundo está cambiando tan rápidamente, geopolíticamente y en otros sentidos, que no parecen unas afirmaciones correctas a estas alturas del desarrollo de la humanidad.

 

Filosofía y pensamiento en el siglo XXI

Y, entramos así, en el siglo XXI, tras haber, visto y no visto, debido a la velocidad del paso del tiempo, sus dos primeras décadas.

¿Qué ha ocurrido en este tiempo en lo relativo al pensamiento más o menos filosófico?

Se me ocurre, muy tentativamente, la siguiente lista:

  1. Abandono del irracionalismo por los filósofos y su difusión en la sociedad con un decalaje de años.
  2. Permanencia del racionalismo y vuelta a la razón, pero de una forma más completa y sofisticada.
  3. Continuidad y difusión del pragmatismo americano.
  4. Interés por la filosofía política.
  5. El avance de la ciencia y la aparición de los neuro-filósofos.
  6. Los filósofos naturalistas.
  7. La reflexión sobre el cambio climático, sobre la sostenibilidad y sobre el deterioro de las condiciones de vida en general.
  8. La reflexión sobre poderes mundiales, economía, capitalismo y socialismo.
  9. La reflexión sobre las revoluciones tecnológicas, especialmente sobre la llamada Cuarta Revolución Industrial, fuertemente relacionada con la transformación digital y la digitalización.
  10. Los grandes avances científicos y la entrada del hombre en las profundidades insondables de su universo, tanto a nivel físico con la mecánica cuántica, la física de partículas y otros avances; como a nivel de la célula y sus interioridades (ADN, ARN, CRIPER); a nivel del conocimiento del interior del cerebro humano, así como las nuevas hipótesis sobre el cosmos, su origen y su futuro.
  11. La ciencia de la consciencia.
  12. La reflexión sobre la evolución del ser humano y la posible intervención del hombre mismo sobre dicha evolución, con los filósofos entrando a saco, diríamos, en el transhumanismo y en el posthumanismo.
  13. Filosofía del lenguaje. Continuidad y profundización.
  14. La preocupación por el Universo y la Consciencia Cósmica.
  15. Revitalización del pensamiento filosófico más íntimo, espiritual y personal, por la aparición de nuevas cosmovisiones.

Es decir, y en resumen, que el pensamiento puramente filosófico no se agotará por nada del mundo.

 

Adolfo Castilla es doctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Hana y Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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