Racionalidad vs Irracionalidad (Parte X)

(Por Adolfo Castilla) Continuamos en esta décima entrega analizando la exuberancia del pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX y haciendo consideraciones adicionales sobre el estructuralismo. La condición postmoderna es el siguiente tema tratado, una corriente de pensamiento sólida en la que se consolida la relatividad del pensamiento y se rompe, de hecho, con la modernidad. Pasamos después al postestructuralismo, una nueva perspectiva de pensamiento, quizás menos definida que las anteriores, pero también con destacados autores franceses dentro de ella.

 

Estructuralismo (Continuación)

Continuando con nuestro discurso sobre el estructuralismo, debemos indicar que en vez de pensar en el hombre como ser absolutamente libre y creador de su mundo, como había dicho Sartre, Leví-Straw consideraba a la estructura social y cultural como lo que nos marca y nos dirige. Llega a esta conclusión a través del estudio de sociedades primitivas y a través de la lingüística introducida por Ferdinand de Saussure, a la que ya hemos hecho referencia. El lenguaje, concreta y formaliza la cultura, y, queramos o no, nos hace pensar y actuar de acuerdo con unas interpretaciones y valores existentes en las sociedades. Como se ha dicho, de forma quizás extrema, “no existen las ideas sino las palabras”.

No es la libertad personal la que nos lleva al yo y la subjetividad, sino la estructura construida en nuestras sociedades a través de muchos años. La cultura, a su vez, no es otra cosa que el conjunto de valores, ideas y costumbres, compartidos por una sociedad. De ello dependemos.

Así es en realidad en el caso de una mayoría de hombres, independientemente de que alguno aislado, como Sartre, decida ser libre totalmente y crear sus propios valores y principios. No cabe la menor duda sobre la mayor generalidad de las ideas de Leví-Straw, aunque, como veremos a continuación, también fueron superadas en poco tiempo en un París tan exuberante en ideas como el de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Al introducir el enfoque estructuralista en las ciencias sociales, Leví-Straw fue, de hecho, el fundador de la antropología estructural, método basado en la lingüística homónima creada por Saussure y desarrollada por el formalismo ruso. Conviene recordar al respecto, la gran amistad personal y relación profesional, mantenida en Nueva York por Leví-Straw con el fonólogo y teórico literario ruso, Roman Jakobson (1896 – 1982).

Este último autor procedía del formalismo ruso, un movimiento intelectual relacionado con la crítica literaria y con una posible teoría literaria, surgido en Rusia en los años de la primera guerra mundial. Se relacionó enseguida con la lingüística de Saussure, aunque con interpretaciones propias.

El estructuralismo fue adoptado, como hemos dicho ya, por muchas áreas del saber y se suele hablar, por lo menos, de tres estructuralismos: el estructuralismo antropológico, el estructuralismo lingüístico y el estructuralismo filosófico.

En términos generales lo que hay detrás de esta palabra, es algo, para empezar, muy relacionado con lo que posteriormente se llamó, Teoría General de Sistemas. Básicamente que muchos fenómenos y actividades de nuestro mundo y de nuestras sociedades son y funcionan como sistemas, lo cuales poseen las siguientes características: 1) tienen en algún sentido, totalidad, es decir, forman un todo; 2) comparten unas partes trabajando conjuntamente con un objetivo, o, dicho forma, actúan con propósito; 3) disponen de una estructura de relaciones y dependencias; 4) una vida dinámica con espacio para las transformaciones; y 5) una autorregulación. El lenguaje, según esto, es un sistema y lo mismo puede decirse de una escuela, o enfoque, filosófico.

En relación con los sistemas y con las estructuras se utiliza a veces le término, “mereología”, o estudio de relaciones entre las partes y entre éstas y el todo, en un conjunto o sistema.

Lo cierto es que muy pronto, tras la difusión de las obras de Leví-Straw y la aplicación del estructuralismo a sus trabajos de etnología, otros autores franceses, pasaron a emplearlo en sus respectivas disciplinas.Jacques-Lacan (1901-1981) lo utilizó en el psicoanálisis, Louis Althusser (1918-1990) en el estudio del marxismo, diversos otros autores a la sociología, y, Michel Foucault (1926-1984) lo aplicó a la filosofía. Lo hizo, sin embargo, con un cierto criticismo sobre algunos aspectos estructurales.

Este último, filósofo, sociólogo, historiador y psicólogo francés, fue considerado inicialmente estructuralista y después posestructuralista, pero rechazó ambas adscripciones. Aunque estuvo cerca de ambas en distintos momentos de su carrera. En sus últimos años de vida se declaró estudioso de la filosofía alemana y “nietzscheano”.

El estructuralismo tardó unos años en difundirse y dichos años fueron dominados todavía por el existencialismo y por Sartre, pero, finalmente, y de la mano de nuevos pensadores como el ya mencionado, Michel Foucault o Jean-François Lyotard (1924-1998), el pensamiento del primero fue sustituido por las nuevas ideas. Estos y otros autores no aceptaron la concepción del sujeto creador de la esencia y vida del hombre, y consideraron que era una visión antigua, o, por decirlo en términos de etapas filosóficas, “moderna” (es decir, del siglo XIX), cuando ya estábamos en la segunda mitad del XX y en lo que se ha llamado la “era contemporánea” de la filosofía.

 

Foucault

Foucault que era de una generación posterior a Sartre (se llevaban como 21 años), al igual que Jean-François Lyotard (1924-1998) (19 años) y otros, fueron muy críticos con él. Foucault, en particular, de una gran inteligencia, dijo del libro de Sartre, Crítica de la razón dialéctica, de 1960, probablemente el último de sus grandes trabajos filosóficos, que era. “un magnífico y patético empeño de un pensador del siglo XIX por concebir el siglo XX”. Lo consideró, además, el último hegeliano y el último marxista.

Foucault, en 1966, tuvo un enorme éxito con su libro, Las palabras y las cosas, en un periodo en el que se situaba, o lo situaban, dentro del estructuralismo, junto a autores ya citados como, Jacques Lacan (1901-1981), Roland Barthes (1915-1980) y el mismo Claude Lévi-Strauss. Todos interesados en desbancar al existencialismo dominante en Francia en esa época.

Su lista de publicaciones es enorme y en 2007 fue el autor más citado del mundo según una de las revistas dedicadas a elaborar estas estadísticas. Tuvo, no obstante, muchos críticos, y algunos consideran sus trabajos como faltos de rigor, con argumentos a menudo contradictorios y explicaciones poco claras.

Investigó y escribió sobre temas muy diversos, tales como, historia de la locura en la época clásica, historia de la medicina, la arqueología del saber, el castigo de los convictos, la sexualidad en sus diversas formas, la hermenéutica del sujeto, genealogía como método histórico, teoría Queer, construccionismo social y naturaleza humana, educación y autoridad, y varias otras. Muchos de estos temas fueron plasmados en libros de aproximadamente los mismos títulos.

Fue miembro del partido comunista francés durante un breve periodo de tiempo, posicionándose después como crítico del marxismo. Activista social contra todo tipo de poder, no dudó en unirse a los jóvenes de mayo del 68 en sus manifestaciones callejeras y en la ocupación de edificios oficiales.

Picoteó en todas las ideas que se movían en su tiempo, y como muestra puede mencionarse su debate en televisión con Noam Chomsky, sobre construccionismo social y naturaleza humana, es decir, sobre si los hombres tienen ideas innatas, por ejemplo, sobre la justicia, como defendía Chomsky, o todo es pura construcción de los humanos.

Cambió muchas veces de opinión y de militancia, siendo criticado por ello al final de sus días. Final que llegó pronto, con 57 años, y además a causa del SIDA.

Los autores ya mencionados, Nigel Rodgers y Mel Thompson, lo incluyen en su obra, Locura filosofal, dedicada a pensadores ejemplares de vida poco ejemplar, y lo califican con las palabras, “locura, sexo y castigo”.

Su pensamiento más filosófico tiene que ver con la no continuidad ni del progreso ni del pensamiento humano. Cada época produce ideas únicas distintas de la época anterior. Utiliza “episteme” (la vieja palabra griega para conocimiento o ciencia) para designar al, “conjunto de configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conocimiento”. O, “un sistema de interpretación que condiciona los modos de entender el mundo y aprehenderlo en un tiempo determinado”.

Considera que en una época determinada no pueden entender bien lo que los hombres dijeron en épocas anteriores ni en el futuro nos entenderán a nosotros, debido, precisamente, al cambio de “episteme”

Va más lejos y dice, que la idea de “ser humano” es un invento reciente, surgido desde que, con la revolución científica, se analizó la morfología del hombre, sus órganos y sus funciones y se profundizó en lo que era la vida desde un punto de vista material. Tras el análisis científico surgió en filósofos y pensadores la preocupación por, ¿qué es el ser humano?, y según él, la respuesta no puede ser universal ni permanente. El “ser humano” actual, en definitiva, es algo surgido en el siglo XX y no perdurará.

La idea actual de ser humano se acerca a su fin, ya que no son ellos, los seres humanos, lo que quieren ser, es decir, sus vidas no son producto de su libertad y de lo que desean conseguir autónomamente. Están determinadas, por la sociedad y sus estructuras. Con lo que Foucault está anunciando en realidad la muerte del hombre como “ser humano”.

En cuanto al poder, hizo también aportaciones importantes. Dijo que en las sociedades democráticas actuales existe un poder invisible pero no menos fuerte y absoluto que el de las monarquías de antaño. Dicho poder está en todas las instituciones de forma permanente, en la escuela, en la empresa, en los hospitales y en general en todas las instituciones.

Utilizó el término “panóptico”, introducido por el filósofo utilitarista inglés, Jeremy Bentham (1748greg. – 1832) para describir un tipo de arquitectura que propuso para las prisiones, según el cual desde un solo punto se podrían controlar a todos los prisioneros. Según Foucault, el “efecto panóptico” invade nuestras sociedades y el que se sale del “sentido común” reinante es rechazado o tratado de anormal.

En resumen, un conjunto de ideas, nuevas e interesantes, pero también excesivamente intuitivas e imaginativas, no coincidentes con la realidad. La pregunta ¿qué es el hombre?, por ejemplo, está con él (con el hombre) desde que comenzó a pensar y se hizo “ser humano”.

 

Condición posmoderna

La condición posmoderna es el título del libro más importante de Jean-François Lyotard (1924-1998), publicado en 1979. Es un libro central en cuanto al posmodernismo en el terreno filosófico, aunque Lyotard fue un filósofo, sociólogo y técnico literario francés, que, como gran intelectual de la época, entró en muchos terrenos y escribió sobre muchos temas.

Comenzó a interesarse por el modernismo a principio de los años 60, incluyendo en tal interés la dimensión artística de este movimiento, especialmente la pictórica. Escribió, por ejemplo, sobre muchos pintores y artistas, tanto contemporáneos a él como anteriores. Dedicó mucha atención, a Paul Cézanne (1839 – 1906), un pintor posimpresionista del siglo XIX. En relación con la estética y con la obra de autores diversos, anteriores y actuales a su época, empleo el termino, “sublime”, con el que quiso captar la ansiedad placentera que experimentan los artistas y los espectadores ante imágenes salvajes y peligrosas.

Antes, después de la segunda guerra mundial, se hizo un devoto del marxismo y durante años militó en los grupos de izquierda que tanto abundaban en el París de esos años, situándose en un marxismo crítico. Posteriormente abandonó dicha ideología y en los últimos años de su vida volvió a la religiosidad de su juventud, como muestra su última obra, La Confesión de Agustín, libro póstumo publicado el mismo año de su muerte y constituido por dos ensayos y una decena de fragmentos.

Fue activista político y participó del lado de los jóvenes en el mayo francés, pero todo apunta a que fue un hombre honesto y congruente que buscaba la verdad en el terreno político y social y se daba cuenta de las concepciones extremas del capitalismo, del progreso económico sin más y de la tecnología empleada como poder.

Escribió mucho, como hemos dicho, sobre arte y sobre artistas contemporáneos ya que estuvo muy interesado en la estética, aunque su “condición posmoderna” tiene poco que ver con el posmodernismo en el terreno artístico y literario. Esta última denominación se usa para englobar una serie de movimientos culturales del siglo XX, en el que algunos incluyen la filosofía, cuyo denominador común es la oposición a la Modernidad. Una larga época, cuyo origen puede situarse en el Renacimiento, caracterizada, de nuevo, por el uso de la racionalidad en todas las actividades humanas. En términos artísticos Lyotard era defensor y partidario de manifestaciones artísticas de la Modernidad, por lo que su referencia a la posmodernidad no está exactamente en línea con el posmodernismo del arte. La literatura y la cultura.

Estudió con Merleau-Ponty y sus primeros trabajos estuvieron relacionados con Husserl y la fenomenología. Su primer libro, de 1954, se llamó, precisamente, La Fenomenología.  También recibió una fuerte influencia en sus años jóvenes del psicologismo de Jacques Lacan, cosa, por otra parte, muy común en la Francia de los años 50, 60 y 70. Lacan, como sabemos, fue muy influyente en Francia y en otros países.

La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, que es como se llama el libro de Lyotard en francés, es más bien un análisis de la situación en términos de pensamiento y valores del mundo capitalista posterior a la segunda guerra mundial. La condición posmoderna, como su nombre indica, no es, de hecho, ni una escuela de pensamiento ni una apología del mundo posterior a la segunda guerra mundial, con su capitalismo rampante, su progreso científico y tecnológico y su desarrollismo económico. Es un esfuerzo crítico, casi exclusivo de Lyotard, que empieza, desde luego, manifestando su pesimismo sobre el pensamiento moderno y sus enfoques universalizadores de todo.

Introdujo en su análisis la idea de los metarrelatos o narrativas generales que impregnan, no solo los conocimientos, sino la ciencia, la cultura y la política, y generan una especie de pensamiento único en el que todo se legitima, incluso las apuestas más injustas.

Como metarrelatos, o narrativas generales, habría que señalar, al progreso, al crecimiento económico, a la adoración de la ciencia y la tecnología, a la racionalidad misma, a la democracia liberal, al liberalismo, e, incluso al marxismo.

Dijo en una conferencia en Madrid, nada menos que en 1985, que, “el posmodernismo es acostumbrase a pensar sin moldes ni criterios”. Es decir, de nuevo la irracionalidad en el sentido de no utilizar la lógica, la cultura y los valores tradicionales. La frase exacta utilizada fue: “A pesar de la nostalgia, ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar la actual sociedad posmoderna. Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el posmodernismo”.

Sus ideas se apoyan en la propia denominación de postindustrialismo, o “sociedad postindustrial”, como denominaron a las sociedades de los países desarrollados en el último cuarto del siglo XX, los sociólogos, Daniel Bell (1919 – 2011) (americano) y Alain Touraine (Nacido en 1925) (francés).

Lo que ocurre en el mundo desde 1950, según Lyotard, es consecuencia de los grandes avances tecnológicos en las comunicaciones, medios de comunicación de masas e informática. Así como la aparición de la inteligencia artificial o la traducción automática, las cuales suponen una transición hacia la lingüística y la producción simbólica como elementos centrales de la economía postindustrial y la cultura postmoderna. Sería ya la “Sociedad de la Información” como empezó a llamarla el sociólogo japonés Yoneji Masuda (1905 – 1995) a finales de los 70.

Decir también, aunque sea de pasada, que siendo yo uno de los directores de Fundesco (la primera gran Fundación de Telefónica), publicamos en 1984, La sociedad informatizada como sociedad post-industrial, traducción del libro del mismo título publicado por Masuda en Tokio, en 1980.

Para Lyotard, los metarrelatos llevaron, entre otras cosas, al totalitarismo, por lo que el hombre posmoderno reniega de esos grandes relatos y de sus procesos de “legitimación” y busca pequeños relatos y posiciones y valores muy individualistas y particularistas. La cultura posmoderna según él es el abandono de las grandes “narrativas” o “metanarrativas”

El libro que es reducido en extensión y fue escrito para el gobierno de Quebec, como un informe sobre la influencia de la tecnología en la noción de conocimiento en ciencias exactas, se hizo muy popular y al mismo tiempo fue muy criticado. Se le achacó ser un esfuerzo muy artificial para introducir un relativismo extremo en la forma de pensar, lo cual no era exactamente lo que ocurría en el mundo.

Jüorgen Habermas (Nacido 1929), gran defensor de la Ilustración y de la Modernidad, incluso en la actualidad, debatió duramente con él, y le contestó con su libro, El discurso filosófico de la modernidad, de 1985. Más adelante, en 1988, publicó, El pensamiento postmetafísico.

Gran parte de la vida intelectual de Lyotard a partir de La condición posmoderna, estuvo dedicada a difundir las ideas recogidas en su libro. No obstante, siguió muy activo y en 1983 publicó, Le Différend. Es un trabajo muy notable en el que sigue demostrando la dispersión del pensamiento posmoderno, el papel de los microrrelatos, abundantes y variados, y la heterogeneidad de la sociedad posmoderna, en algo inherente al lenguaje. Hay mucha imprecisión en el lenguaje y mucha interpretación distinta de los mismos hechos, con lo que la dispersión y la diversidad están de nuevo aseguradas. Utilizó en este análisis lingüístico, algo parecido a los “juegos de lenguaje” de Ludwig Wittgenstein, acuñando sus propias expresiones: “regímenes de frase” y “géneros de discurso”.

Lyotard, en resumen, fue un gran filósofo, su obra, especialmente la relacionada con la condición posmoderna, tuvo un gran impacto. Fue profesor durante más de 15 años en la Universidad de París VIII, conferenciante de éxito y profesor visitante en grandes universidades de todo el mundo, en particular de los Estados Unidos y Canadá (preferentemente Quebec). Pero a estas alturas, su obra no deja de mostrar la misma ligereza, oportunismo y elaboración artificial que muchos otros filósofos y sociólogos de lo que se ha llamado en Estados Unidos, The French Theory. Unadenominación que recoge el impacto que tuvieron y la enorme expectación creada, los autores franceses que venimos analizando, en las universidades americanas de finales del siglo XX. Con especial referencia a los profesores más jóvenes y a los estudiantes de la época.

 

Posestructuralismo

Una parte muy importante de dicha, French Theory, no analizada aquí todavía, está formada por los seguidores del posestructuralismo, escuela de pensamiento surgida en Francia en los años 60 y 70 del siglo pasado. Tuvo gran influencia y se puede decir que sus representantes, algunos de los cuales viven todavía, han llegado a tener influencia en el siglo actual.

La lista de los filósofos y sociólogos adscritos a este movimiento, o escuela, es larga, aunque algunos de ellos, como ya hemos visto, rechazaron en vida su inclusión en ella. Utilizando Internet se pueden mencionar a: Roland Barthes (1915-1980); Michel Foucault (1926-1984), mencionado anteriormente y que fue uno de los que rechazó su inclusión el posestructuralismo;  Gilles Deleuze [1925-1995), un filósofo quizás más generalista y de más espectro, considerado uno de los grandes filósofos franceses de siglo XX; Jacques Derrida (1930-2004), incluido después en el deconstruccionismo, su gran aportación; Jean Baudrillard (1929 – 2007), puede que más sociólogo que filósofo; Félix Guattari (1930-1992), colaborador asiduo de Deleuze;  Edgar Morin (Nacido en 1921); Julia Kristeva (Nacida en 1941), búlgara de nacimiento y más bien escritora y psicoanalista; la americana Judith Butler (Nacida en1956), declarada posestructuralista, profesora de La Universidad de California, en Berkeley, y muy activa todavía; o el mismo Slavoj Žižek (Nacido en 1949), tan popular en nuestros días.

También se suele incluir en esta corriente de pensamiento a Jürgen Habermas (Nacido en 1929), al que yo, desde luego, no incluiría, dada su obra, su personalidad y sus trabajos en áreas muy distintas.

El posestructuralismo, a pesar de la amplia lista de seguidores y de su permanencia en el tiempo, es en realidad un movimiento simplemente contrario al estructuralismo y que en sus primeros tiempos no se distingue muy bien de él. Se cuenta al respecto que los americanos mismos se vieron muy sorprendidos cuando, deslumbrados por el estructuralismo, organizaron una conferencia en 1966, en la Johns Hopkins University, a la que invitaron a Lacan, Barthes y Derrida, y este último en su intervención, atacó duramente el estructuralismo.

Los posestructuralistas consideraban, por ejemplo, que el estructuralismo seguía dividiendo e interpretando el mundo en dicotomías binarias, como había hecho el racionalismo con la metafísica. Entre dichas dicotomías citaban, el “bien/mal”, lo “subjetivo/objetivo”, a lo “fuerte/débil”, a lo “superior/inferior”, a lo “superior/inferior” y a multitud de dimensiones más de la vida real.

El prefijo pos (o post), no solo significa posterior sino de más importancia teórica. Los posestructuralistas consideraban, que, hasta el estructuralismo, inclusive, la filosofía occidental no había cambiado de método, el cual era determinista, binario, totalizante, en gran manera idealista en sentido hegeliano, basado en la idea de progreso, y en los años de que hablamos (60 y 70 del siglo pasado), fuertemente capitalista, tecnológico y consumista.

La filosofía había buscado siempre la esencia de las cosas y había creado sistemas en las que éstas estaban encerradas. Su crítica a esta forma de pensar en línea, por cierto, con lo que habían dicho Nietzsche y Heidegger, la extendían al estructuralismo, el cual, creían, que había vuelto (o no había salido) a la tradición racionalista e idealista. Parece que eran, en ese sentido, más nietzscheanos y más irracionalistas que los estructuralistas. Se ha dicho también que eran posmodernos y que se acercaban a las micronarrativas, particularismos e individualismos de Lyotard.

 

Artículo elaborado por Adolfo Castilladoctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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