Racionalidad vs Irracionalidad (Parte IX)

(Por Adolfo Castilla) Con esta novena entrega nos adentramos en lo que de verdad podríamos llamar irracionalismo. Es un largo periodo de tiempo, circunscrito a casi todo el siglo XX y dominado por filósofos franceses, que llevaron las ideas de Nietzsche y Heidegger a sus últimas consecuencias. El deslumbramiento que a los que fuimos jóvenes en los años 60 y 70 de dicho siglo nos causaron autores e ideas de esa época como, Sartre, Lévi-Strauss o Lyotard, y el Existencialismo, el Estructuralismo, el Postmodernismo o, más tardíamente el Deconstructivismo, contrasta con el festival de irracionalidad, verborrea y pensar por pensar, que hoy nos parecen muchas de esas ideas. Con la particularidad de que, un buen número de esos autores se adscribían a la irracionalidad de la no existencia, no solo de Dios, sino de las ideas innatas, del mundo del espíritu y de una ética y una moral naturales, por un lado, y por otro eran seguidores del marxismo que es lo más racionalista, mesiánico y totalitario que uno pueda pensar.

 

Irracionalismo francés

En esta novena parte de nuestro estudio sobre el irracionalismo prestamos atención a la filosofía desarrollada en Francia en el siglo XX, tan exuberante, variada, surrealista a veces, e irracionalista.

Son una serie, no solo de filósofos e ideas nuevas, desde el existencialismo, al estructuralismo, el posestructuralismo, el postmodernismo, el deconstruccionismo, y otras, sino de movimientos sociales y políticos muy difundidos entre la población. Todos juntos constituyen un bosque farragoso de conceptos y enfoques, surgido, en gran manera, a partir del irracionalismo introducido en la filosofía por Nietzsche y Heidegger.

Es una actividad filosófica desarrollada en paralelo con otras ya indicadas pero que hemos querido agrupar aquí y ahora, porque así las vivió el que esto escribe, en una época gloriosa coincidente con sus 25 a 30 años. Vivía yo entonces en Sevilla, había empleado siete años de mi vida en estudiar Ingeniería Industrial y trabajaba como Ingeniero de Producción en una planta de fabricación de cajas de cambios de la empresa Renault.

Mi curiosidad por el mundo de las ideas me llevó a contactar con grupos intelectualmente muy activos, en una época que ya era realmente bulliciosa en ideas políticas, “revoluciones teóricas” y lucha por la democracia. Teníamos una reunión semanal que se hizo conocida en todo Sevilla como la “Reunión de los Jueves”. Recibíamos a muchos intelectuales de otras ciudades y el gran Luis Carandell Robusté (1929-2002), en una de sus visitas, nos asignó el calificativo de “Gauche Divine” sevillana.

Fue en este grupo en el que cada día recibíamos información sobre las nuevas ideas francesas y donde descubríamos en cada reunión un nuevo término, una nueva escuela y un nuevo libro. Puedo decir que todavía al oír las palabras, “existencialismo” o “estructuralismo”, la mente se me llena de gratos y frescos recuerdos, unidos a los de amigos entrañables, muchos de ellos, ¡ay!, fallecidos ya.

Descubrí entonces las sendas infinitas de las ideas y los conocimientos y las arcanas fuentes del pensamiento humano.

Pero, siguiendo con nuestro relato, recordamos lo ya comentado anteriormente en cuanto a que a los propios alemanes les impresionó el impacto de las ideas de Nietzsche y Heidegger en la Francia de esos años. Sus libros se vendían como rosquillas y no había tertulia ni reunión de café en que no se hablara de ellos.

Y, por cierto, convendría en este punto volver a temas ya tratados anteriormente sobre los términos “irracional” e “irracionalismo”, ya que a veces cuesta trabajo entender bien a qué se hace referencia con ellos.

Como hemos dicho en otras entregas, y pedimos perdón por repetirlo, son términos que deben ser entendidos como contraposición a los bien conocidos y utilizados desde muy antiguo: “racional” y “racionalismo”. Y se utilizan para concluir que estos últimos, son antiguos y erróneos. El mundo del hombre, incluido el de su mente, su espíritu y su conciencia, no puede ser explicado por el realismo y el racionalismo históricos. Son, estas últimas, formas de pensar antiguas, rígidas y deterministas.

Pero, hay un aspecto que produce chirrido al utilizar estos términos, y tiene que ver con que irracional significa también, en el lenguaje corriente, algo absurdo o hecho por un loco. Y no hay nada de eso en los filósofos que llamamos irracionalistas, muchos mencionados ya en este trabajo. Ellos creen estar en la verdad y llegan a ella utilizando el pensamiento y la reflexión, es decir, haciendo lo mismo que hicieron dos filósofos fuertemente racionalistas como Decartes y Leibniz.

Los dos términos son muy utilizados con el sentido específico indicado, sobre todo el de “irracionalismo”. En relación con este último, en cualquier diccionario, se encuentran definiciones alternativas del tipo siguiente: “tendencias filosóficas, o escuelas, que conceden a la razón un papel secundario en el conocimiento”.

No hay duda de que se mezclan en estas denominaciones las dos acepciones aplicables a la razón: 1) razón, como facultad del ser humano de pensar y reflexionar; y 2) lógica, como la estructura o forma de pensamiento que permite establecer razonamientos o argumentos válidos.

Los “irracionales”, o “irracionalistas”, parecen, más bien, estar en desacuerdo con la lógica empleada por los racionalistas, entre otras cosas porque creen que dicha lógica se apoya en supuestos erróneos de lo que es el hombre y su espíritu.

Si seguimos utilizando la palabra “irracional”, en cualquier caso, y la aplicamos a la filosofía europea de la segunda mitad del siglo XX, lo primero a indicar es que fue una filosofía fundamentalmente francesa, muy variada y, quizás, exuberante. Es como si al abrirse la veda en relación con el racionalismo, los hombres hubieran comenzado a pensar en las cosas más extrañas y sofisticadas que pudieran imaginarse.

Eso mismo ocurrió en cuanto al arte a principios de siglo XX y a lo largo de él, y además con Francia, y fundamentalmente París, como centro de todas las nuevas ideas.

La lista de movimientos artísticos y culturales sería interminable, y, como ocurre en filosofía, unos tuvieron más éxito y otros menos.

Algunos de ellos son: Modernismo, Simbolismo, Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Constructivismo, Dadaismo, Racionalismo, Surrealismo, etc…

En ellos, como sabemos, participaron y tuvieron un papel muy destacado artistas españoles como Picasso, Dalí y otros. También de otras nacionalidades, pero, mayoritariamente fueron franceses los que crearon esas revoluciones en el arte.

Movimientos parecidos surgieron en la literatura, la arquitectura y en otras artes, y el irracionalismo campó por sus respetos en un siglo en el que, además, tuvieron lugar dos guerras mundiales terriblemente destructivas, particularmente para Europa. Algunos han situado esa tendencia a ser libres e irracionales en cuanto a todas las actividades reflexivas o sentimentales del hombre, en los años difíciles, de las guerras, las entreguerras y las posguerras. “No somos libres ni tenemos buenas condiciones de vida, pero nuestras mentes son libres como el viento”, parece que dijeron muchos hombres en aquellos tiempos.

El arte en general, por otra parte, es algo distinto de la filosofía, ya que la posición del espectador en lo primero, es más pasiva. A uno puede gustarle o no unas determinadas manifestaciones artísticas y culturales y no pasar de ahí, pero en el caso de cómo es el mundo, el hombre o la mente, la cosa cambia. Sencillamente nos implicamos más en esto último y las nuevas ideas terminan afectando a todos, en su comportamiento, en su manera de pensar y en sus valores.

NI que decir tiene, por ejemplo. que el abandono de la creencia en Dios se ha generalizado por la labor insistente de muchos de los autores mencionados. Lo mismo se puede decir del mundo de las ideas innatas y de la metafísica. Por no mencionar al existencialismo y su énfasis en la existencia del hombre como punto de partida de todo, la necesidad de que el hombre construya su vida sin pensar en grades destinos ni determinismos, o, no tener necesidad de entrar en el mundo del espíritu y la conciencia.

El materialismo y el cientificismo siguió dominando el panorama de la filosofía en esa época, pero de una manera más “irracionalista”.

Parece como si lo hombres se hubieran olvidado en esas épocas, probablemente por el empuje irrefrenable de la ciencia y por la labor de los autores introductores de la irracionalidad mencionados, de que el cerebro lleva a cabo muchas más cosas que lo que podemos llamar pensamiento o razonamiento. En la mente humana existe el logos (razonamiento, argumentación) pero también la noesis (intuición) y además de la lógica y la racionalidad, el hombre posee la imaginación, la creatividad y la inventiva. Por no hablar del mundo de los sentimientos, las emociones e, incluso, los sueños. Además de capacidades como el emprendimiento, el propósito y la estrategia. Como dice muy bien Hannah Arendt (1906-1975) en relación con el cerebro el hombre tiene, por lo menos, las siguientes capacidades: pensamiento, voluntad y juicio.

La verdad es que después de tanto ataque a la metafísica uno siente hoy la oportunidad o conveniencia de volver a uno de los axiomas de Platón, también asumido por Descartes, el de que, “el ojo invisible del alma era el órgano que observaba la verdad que no podemos ver con la certeza del conocimiento”.

 

Existencialismo

Pero, en fin, hablemos del existencialismo y de su padre putativo Jean-Paul Sartre (1905-1980).

Se trata de un gran filósofo francés, considerado uno de los más importantes maestros del país, muy querido durante años y cuyo fallecimiento constituyó un duelo nacional. Se dice que a su entierro acudieron más de 20.000 personas.

Fue un gran pensador, un gran literato que rechazó el premio Nobel de literatura de 1964, un gran dramaturgo, un gran periodista y, además, una persona comprometida social y políticamente, marxista profundo durante años, crítico de estalinismo en alguna ocasión, pero defensor público de la Unión Soviética y detractor deAleksandr Solzhenitsyn (1918-2008) y del Gulag. Además de profundamente antiburgués y partidario de Mao Zedong, de Raúl Castro y de la revolución cubana, y crítico de los Estados Unidos y sus guerras, en particular la de Vietnam. Fue contrario también a la guerra de Argelia y muy crítico del colonialismo de su país. Activista siempre, se hizo notar en el mayo francés, o mayo de 1968, siempre de parte de los jóvenes.

Una personalidad compleja con un terrible lado oscuro de tipo sexual, compartido con su compañera Simone de Beauvoir(1908-1986), en el que, por supuesto, no vamos a entrar.

Sí lo hacen los autores, ya mencionados, del libro, Locura Filosofal, Nigel Rodgers y Mel Thompson, quienes lo describen con las palabras, “tiranía intelectual, encanto y mala fe”. En el mismo capítulo dedicado a Sartre, incluyen una nota dedicada a Simone de Beauvoir. Los dos, que procedían de familias burguesas y, sobre todo ella, de un catolicismo estricto, parece que, al adscribirse a la idea de libertad más absoluta del hombre, la aplicaron a sus vidas personales, profundamente amorales, y a su actitud ante los problemas sociales y políticos de su época, profundamente antisistema, diríamos hoy.

Sartre fue extremadamente cruel públicamente, con su amigo en una época, Albert Camus (1913- 1960), y también con su compañero de estudios, colaborador y amigo durante años, Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), así como con el novelista, dramaturgo y poeta, Jean Genet (1910 -1986).

Entrando ya en su filosofía, recordar solo, que dos de sus mejores obras fueron publicada en la década de los 40 del siglo pasado, rayando sus 40 años de edad. La primera, El ser y la nada, es de 1943, y la segunda, El existencialismo es un humanismo, de 1946.

El existencialismo francés, llamémoslo así, que tuvo un impacto impresionante en los años finales de los 40 y en la década de los 50, continuó captando la atención de muchos, sobre todo en España, en las décadas de los 60 y 70.  Yo estudiaba ingeniería en esos años, pero recuerdo su fama y su aureola intelectual, tanto en mis años de estudio en Madrid como en los primeros años de profesional en Sevilla, a los que ya nos hemos referido anteriormente.

Sartre leyó muy joven a, Descartes. Bergson, Nietzsche y otros filósofos, y descubrió en un momento determinado a Husserl y su fenomenología. Cuentan que alguien le dijo que se podía filosofar de cualquier cosa, por ejemplo, de una manzana, y a partir de ese momento se interesó por esta escuela filosófica. Más adelante entró en contacto con las obras de Kierkegaard y Heidegger, este último, casi contemporáneo suyo y con el que estudió y tuvo varios contactos a lo largo de su carrera. Heidegger leyó su libro, y dijo que tenía muchas partes difíciles de entender. Más adelante, en 1952, Sartre lo visitó en Friburgo y lo debió atender muy mal porque a partir de ese momento dejó de tener relaciones con él y de referirse en algún sentido a su obra.

No deja de ser curiosa está ruptura, ya que el existencialismo de Sartre arranca claramente de este autor alemán y Sartre sigue una senda muy parecida en a la de Heidegger en sus razonamientos.

El primer elemento de las explicaciones de Sartre, es que lo importante en el hombre es su existencia, la cual precede siempre a la esencia. A diferencia de las cosas, en las que lo primero es la esencia o el objeto de su existencia. Es decir, en un cuchillo, por ejemplo, lo primero, antes de existir, es la esencia: cortar. Después viene la existencia: el fabricarlo y afilarlo bien. A la esencia de las cosas la llama “razón de ser”.

En el hombre, sin embargo, la existencia precede a la esencia, y es el hombre mismo el que crea su esencia cuando toma conciencia de ella. Es la misma idea del ser consciente de Heidegger y del hombre auténtico.

Un segundo componente de su filosofía (de la de Sartre) es que el hombre es absolutamente libre y está condenado a serlo. Puede, de hecho, elegir libremente su propia “razón de ser”.

Sartre utiliza los términos del “ser en sí”, del “ser para sí” y del “ser para otro” en forma también parecida a Heidegger, aunque con sentidos algo diferentes.

Con el “ser para sí” se refiere al estado ideal del ser humano que va construyendo su esencia, el yo, paulatinamente. El yo no existe al principio de la vida de cada hombre, existe, eso sí, la conciencia, mientras que el yo se va construyendo gradualmente, siendo distintos, el yo del pasado, el del presente y el del futuro.

El “ser en sí” es lo que aplica a las cosas, las cuales tienen su esencia definida desde el principio.

Y en cuanto a “ser para otro”, lo utiliza para indicar que el hombre descubre al otro no como un objeto sino como un sujeto, es decir, algo en lo que reconoce su propia esencia, o algo que tiene también esencia.

Su filosofía es ateísta, digamos que, “ateísta activa”, ya que dedica tiempo, razonamiento y argumentos, a demostrar que Dios no existe. Lo hace basándose en sus propias construcciones (“ser en sí” etc..) lo cual lo sitúa en el grupo de los que crean o matan a Dios por su cuenta y riesgo. Unos y otros son iguales, creen que Dios es una construcción del hombre, cosa que yo personalmente dudo. No es que no sepa que los dioses y religiones existentes en el mundo son obras de los hombres (en el caso del catolicismo se supone que tenemos la revelación, que hace el tema muy diferente, claro, aunque hay que creer previamente en ella), sino que creo que la idea de Dios surgida de la observación del Universo, del día y la noche, de nuestro planeta y del hombre mismo y lo que hace aquí, es anterior al proceso de creación de dioses. Yo me sitúo al reflexionar en ese espacio, o hiato, existente entre el deslumbramiento que produce nuestro mundo y nuestra vida y la creación de un Dios y una religión.

Ese es el momento que a mi me interesa a la hora de reflexionar, independientemente de que después, por razones diversas, uno pertenezca a una religión y “quiera creer”. Se trata de elegir el misterio en vez del nihilismo.

Sartre, por supuesto, elige el nihilismo, y basándose en la no existencia de Dios, en la no existencia de determinismo alguno en el mundo y en la no existencia de ningún destino, dictamina la libertad absoluta del hombre. Cree que no hay valores en nuestro mundo, o que los valores son tantos como personas.

En el fondo, construye sus creencias de forma muy similar a cómo las religiones construyen la suyas, y las utiliza para vivir su vida, como también lo hacen los creyentes con las propias.

No es extraño, sin embargo, la difusión y el impacto que sus ideas y el existencialismo en sí mismo, tuvieron en Europa, Estados Unidos y el mundo en su conjunto. Los hombres empezaron a creer con fe ciega, diríamos, en la libertad absoluta, en la no existencia de valores comunes y, de hecho, en la irracionalidad. Y, al mismo tiempo, e igual que Sartre, se adscriben a lo que entonces se consideraba una nueva ciencia: el materialismo histórico y el marxismo.

Es increíble, por un lado eliminan cualquier creencia o cualquier moral y por otro sienten la necesidad de inventarlas en temas tan racionalistas como las ideologías y los sistemas totalitarios.

 

Estructuralismo

Sartre envejeció, como todos, o quizás algo más deprisa.  Murió en 1980 a los 74 años, pero desde 1974 no podía valerse por sí solo, entre otras cosas por haberse quedado ciego.

En un ambiente como el parisino de aquellos días (digamos que, mediados del siglo XX), intelectualmente muy rico, enormemente creativo y un tanto artificial y exuberante, nuevas ideas vinieron a cambiar las concepciones de los hombres, unidas al existencialismo francés que hemos resumido. El cual, no obstante, se mantuvo unos años más en la cresta de la ola.

El movimiento que engloba dichas nuevas ideas es el “estructuralismo”, cuyo origen puede situarse a finales de los años 40, de la mano, en principio, de un antropólogo y etnólogo, a la vez que filósofo, francés. Se trata de, Claude Lévi-Strauss (1908-2009), una figura muy destacada de la mitad del siglo XX, época a la que nos estamos refiriendo.

Como sabemos bien, el pensamiento avanza por oleadas que se superponen unas a otras y se solapan unas con otras. El estructuralismo va a hacerlo con el existencialismo.

Leví-Straw fue un antropólogo, etnólogo y filósofo francés, que desde 1935 a 1939 vivió en Brasil dedicado a la etnología. Vuelto a París y tras la toma de esta ciudad por los alemanes y de la ocupación de Francia, logró marchar a Nueva York, y fue profesor allí de la New School for Social Research.

Volvió a Francia definitivamente en 1948, tras pasar un corto periodo de tiempo en la embajada francesa en Washington como agregado cultural. Presentó en esas fechas su tesis doctoral en la Sorbonne. Tenía para entonces 40 años, pero traía consigo una obra bastante importante de la que surgieron rápidamente dos publicaciones, La vida familiar y social de los indios Nambikwaray Las estructuras elementales del parentesco.

La mayor parte de las obras que vinieron a continuación eran de antropología y tuvieron gran impacto, en parte porque estaban muy bien escritas. Dentro de ellas hay que mencionar, Tristes trópicos de 1955, obra por la que casi consigue el Goncourt; Antropología cultural, de 1958; El pensamiento salvaje, de 1962, obra que obligó a reconsiderar lo que se consideraba como “primitivo” en el caso de las poblaciones aisladas y supuestamente salvajes; Las Mitológicas, publicadas en cuatro tomos, de 1964 a 1971; la Antropología estructural dos, de 1973; y muchas más.

Tuvo una brillantísima carrera en términos de puestos de relevancia ocupados, popularidad y distinciones, muy ligado todo, mayormente, a la antropología, pero también en relación con su aportación al estructuralismo como enfoque de investigación que se extendió a todas las ciencias sociales.

Si puedo incluir una vez más una cuña relativa a mi experiencia personal, diré que, “estructuralismo” y “Leví-Straw”, fueron dos nombres mágicos para mi a finales de los años 60 en Sevilla. Durante tardes enteras nos dedicábamos a desmenuzar esta nueva materia en la ya mencionada, “reunión de los jueves”. Nos parecían el no va más del pensamiento. Yo, un ingeniero entonces, no lo olvidemos, veía en estas cosas algo cercano al arte, a la poesía o a la música. Más un sentimiento que un conocimiento. Disfrutaba enormemente con ellas.

Inmediatamente después de esa etapa en Sevilla, me marché a la Universidad de Pennsylvania en Philadelphia, y tendría que contar también muchas experiencias intelectuales vividas allí. Solo decir que mi viaje o, quizás peregrinación, a la, The New School of Social Research de Nueva York, mencionada anteriormente, referencia del izquierdismo en USA, tuvo el carácter de visita a un santuario. Hice el viaje con un gran amigo catalán, estudiante como yo en Penn, que sabía entonces mucho más que yo de economía y de socialismo.

Era una Escuela mítica que ha perdido cierta relevancia pero que se mantiene hoy viva y vigorosa.

 

Artículo elaborado por Adolfo Castilladoctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

 

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