Racionalidad vs Irracionalidad (Parte VII)

(Por Adolfo Castilla) Hacemos referencia en esta séptima entrega de las someras y ligeras reflexiones sobre la racionalidad y la irracionalidad en el mundo de la filosofía que venimos publicando en FronterasCTR, a la lingüística, por un lado, y a la Escuela de Frankfurt, por otro. Relacionamos esos fenómenos del pensamiento de los hombres, muy de pasada, desde luego, con la Filosofía de la Ciencia y con el Círculo de Viena. Son movimientos filosóficos todos ellos surgidos en el primer tercio del siglo XX y que parecen reacciones en distintas direcciones al ataque a la racionalidad humana, a la metafísica y al platonismo, realizado por Nietzsche y otros autores del siglo anterior. Algunos, sin embargo, se mantienen en la racionalidad y el idealismo. Una muestra de esa adscripción sin fisuras a la racionalidad la tenemos en el marxismo y en sus seguidores de la Escuela de Frankfurt. En cualquier caso, se pueden interpretar estas corrientes filosóficas como un abandono del mundo de las ideas últimas y del espíritu, y más que un ataque a ello, resultan ser una  búsqueda de áreas menos conflictivas como el mundo del lenguaje, la Filosofía de la Ciencia o el neopositivismo.

 

Algunos filósofos de la ciencia adicionales

Para terminar esta parte dedicada a la filosofía de la ciencia, conviene nombrar, aunque sea brevemente: al economista, matemático y filósofo húngaro, Imre Lakatos (1922 – 1974); al ruso nacionalizado francés, Alexandre Koyré (1892 – 1964;) y, especialmente, al discípulo de Popper, Paul Feyerabend (1924 – 1994), al que leí mucho, y con gusto, en las décadas de los 70 y los 80 del siglo pasado.

Fue un filósofo de la ciencia, éste último, muy cambiante en sus posiciones y al que se le ha catalogado como “anarquista epistemológico”. En la década de los 70, y probablemente tras publicar su libro, Tratado contra el método, en 1975, se hizo muy popular en las universidades norteamericanas. Fue allí en, la Universidad de Pennsylvania, entre 1974 y 1977, en donde entré en contacto con su obra. Más adelante, y a partir de la publicación en España en 2013, he sido un adicto de su libro, Filosofía Natural, publicado 30 años después de que fuera escrito y cuyo original se perdió irremediablemente. Se encontró con esa diferencia de años una copia del mismo que es la que fue publicada, en 2009 en los Estados Unidos, y en 2013 en España.

En la cuestión del método, o métodos, para explicar o examinar el conocimiento, concluyó que no hay ninguno, y que todo sirve a la hora de describir el progreso científico.

También, si quisiéramos ser exhaustivos, habría que mencionar al norteamericano, Willard Van Orman Quine (1908 – 2000), incluible ya en el pragmatismo americano, a lo que haremos referencia más adelante. Existe, relacionado con este autor y con el francés, Pierre Maurice Marie Duhem (1861 – 1916), muy anterior a él, la llamada “tesis Duhem-Quine”, según la cual “es imposible contrastar una hipótesis aislada, puesto que esta siempre forma parte de una red interdependiente de teorías”.

Y me parece obligado también citar al filósofo de la ciencia estadounidense, de origen checo, Ernest Nagel (1901-1985), autor del libro, La estructura de la ciencia, en el que indicó por primera vez, “que, posicionando analíticamente las equivalencias entre los términos de diferentes ciencias, uno podría eliminar todos los compromisos ontológicos, excepto los estrictamente necesarios de cada ciencia”. Intentaba así analizar la lógica de la investigación científica y de sus resultados.

 

Breve referencia a la lingüística moderna

Conviene en este momento, y por no dejar nada atrás, hacer referencia a la a la lingüística y a la figura destacada de Ferdinand de Saussure (1857 – 1913), un investigador y autor suizo al que se considera el padre de la lingüística moderna.

Hemos visto cómo la filosofía se hizo filosofía analítica, en la primera mitad del siglo XX, y cómo todos los filósofos, especialmente los relacionados con la ciencia, se hicieron filósofos del lenguaje. Es muy probable que la obra pionera de Saussure tuviera influencia en ello.

Estructuró muy detalladamente el lenguaje, en el que distinguió entre langue (lenguaje) y parole (habla), así como entre significante y significado, dedicando mucha atención a la arbitrariedad del lenguaje (hoy relacionado con la polisemia, al ocuparse de cómo una misma palabra sirve para designar animales o cosas distintas). Comparó en sus estudios muchos de las lenguas mundiales y estudió a fondo el Sanscrito, sobre el que realizó su tesis doctoral.

Introdujo muchos más elementos estructurales del lenguaje, como la fonética y la fonología, la aglutinación y la analogía o, la lingüística diacrónica y lingüística sincrónica, labor por la que se le ha dado, también, el título de “padre de la lingüística estructural”.

Los temas de gramática, sintaxis, semántica y otros, tan importantes en el lenguaje y en la comunicación humana por escrito, fueron analizados y discutidos con detalle por este autor y sus seguidores.

Justo cuando comenzó la telemática, es decir, cuando las redes de telefonía, se transformaron en redes de transmisión de datos (a primeros de los años 70 del siglo pasado), hubo necesidad de enviar paquetes de datos con mensajes completos, que con el tiempo llegaron a ser de enorme extensión, como bien sabemos hoy.

Una figura importante de estas cuestiones es el norteamericano Claude Shannon (1916 – 2001) que es conocido como el “padre de la teoría de la información”, quien escribió en 1948 un influyente libro, The Mathematical Theory of Communication , diciembre de 1949.

Para entonces ya había hecho importantes trabajos en cuanto a la aplicación del álgebra de Boole y en cuanto a la computabilidad de las matemáticas, en paralelo, por cierto, con otro matemático insigne, el inglés, Alan Turing (1912-1954) que trabajó en Londres, sin que hubiera ningún contacto entre ellos.

Los dos trabajaron, posteriormente, en Princeton, y puede que fuera el también matemático John von Neumann (1903-1957) el que catalizara los trabajos de los dos hacia la construcción de ordenadores y hacia el descubrimiento de la programación. Los tres fueron pioneros de estas cuestiones, aunque no, realmente, los que construyeron dichas máquinas. Fueron, eso sí, especialmente von Neumann, los que crearon la nueva área de conocimientos denominada Cibernética.

Parece que Shannon y Turing colaboraron en Princeton en la construcción de un ordenador de propósito especial para calcular algunas de las funciones matemáticas estudiadas por Turing, pero es verdad que fueron más matemáticos que ingenieros.

Shannon, no obstante, demostró que era posible expresar sentencias del álgebra de Boole mediante la combinación de relés y circuitos digitales, lo que llevó a los ordenadores modernos.

 

Justificación de la digresión llevada a cabo

He hecho está digresión de los temas relacionados con la racionalidad e irracionalidad tratados en este trabajo, por tres motivos: 1) porque he querido señalar por donde iban determinadas actividades científicas y tecnológicas en la primera mitad del siglo XX, en la que tanta atención se prestó a la filosofía de la ciencia; 2) por señalar la aparición en esa época de un interés científico por la información y la comunicación; y 3) por mi relación en los años 1974 a 1977, con los trabajos sobre lingüística de Saussure, y por la interrelación que viví en la Universidad de Pennsylvania entre los trabajos de este autor y los del, también mencionado, Claude Shannon.

Para ello tengo que hacer alguna referencia adicional a mi vida personal y profesional, indicando, que me fui a estudiar por primera vez a la Universidad de Pennsylvania en 1969. Entré en la Moore School de dicha universidad, escuela de ingeniería eléctrica en la que se había construido el ENIAC (Primer gran ordenador de todo propósito), cuyas instalaciones permanecieron en dicha escuela desde 1946 a 1955.

Como se sabe, y puede verse en cualquier manual de Informática, “ocupaba una superficie de 167 m² y operaba con un total de 17.468 válvulas electrónicas o tubos de vacío que a su vez permitían realizar cerca de 5000 sumas y 300 multiplicaciones por segundo. Físicamente, la ENIAC tenía 17.468 tubos de vacío, 7.200 diodos de cristal, 1500 relés, 70.000 resistencias, 10.000 condensadores y cinco millones de soldaduras. Pesaba 27 Toneladas, medía 2,4 m x 0,9 m x 30 m; utilizaba 1500 conmutadores electromagnéticos y relés; requería la operación manual de unos 6000 interruptores, y su programa o software, cuando requería modificaciones, demoraba semanas de instalación manual”.

Hice allí un Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa, y, más importante que eso, es que quedé deslumbrado por lo que entonces eran las universidades americanas. Nunca quise quedarme a vivir y trabajar en los Estados Unidos, pero en sus universidades, y en concreto en la de Pennsylvania, me hubiera quedado toda la vida.

De acuerdo con ese interés intelectual y científico, volví tres años después a la Wharton School de Administración de Empresas, la cual había descubierto en mi primera estancia y me había impresionado. Después de hacer un MBA, me incorporé al programa de doctorado en Social Systems Science de dicha Escuela. Pero, justo enfrente de la misma, estaba el departamento o facultad de Economía y, llevado por mi insaciable curiosidad científica e intelectual, terminé haciendo una parte importante de mis créditos en ella. Trabajé allí en Economía de los Cambios Tecnológicos con Edwin Mansfield (1930–1997) y en Modelos Econométricos y Predicción Económica con Lawrence Klein (1920- 2013), premio de Nobel de Economía de 1980, con el que he colaborado toda mi vida hasta su fallecimiento.

Y ahora viene lo mejor de lo que quiero explicar, algo más abajo en la misma Locust Walk, en la que estaba el departamento de Economía, se situaba la Annenberg School for Communication, ubicada entonces en un bello edificio, obra quizás del gran arquitecto Louis Isadore Kahn (1901 – 1974), profesor de arquitectura en la escuela de diseño de la Universidad, y constructor de muchos de los edificios del campus.

No estudié en dicha escuela, hubiera sido excesivo, pero por diversas circunstancias formé parte de un grupo de estudiantes de postgrado de ella y me introduje, de la mano de ellos, y de la de algunos de sus profesores a los que conocí y traté, en el mundo de la comunicación, empezando por el conocimiento de la obra de Saussure, que entonces era una figura relevante en lo que allí se estudiaba. También sonaba entonces Noam Chomsky (Nacido en 1928), pero la verdad es que mucho menos.

Descubrí, de pasada, desde luego, pero con mucha curiosidad, el mundo de la semiología o semiótica y consulté la obra de Charles William Morris (1901 – 1979) que luego fue encuadrado en la semiótica conductista.

Pero, hay algo más, en el programa de PhD en Social Systems Science, en el que me concentré a primeros de 1976, principalmente en las clases de Russell L. Ackoff (1919-2009), analizábamos temas destacados de actualidad. En algún momento entramos en el análisis de la obra de Claude Shannon, y Ackoff dijo, con razón, que este autor no había hecho una teoría de la información ni de la comunicación, sino una teoría de la transmisión de datos. Cosa confirmada en algún momento por el propio Shannon al decir que, efectivamente, él no había entrado nunca, por ejemplo, en la semántica de los mensajes transmitidos por las redes. Solo se había preocupado de la sintaxis y por otras cosas necesarias para la circulación de datos por las redes de telecomunicación.

Ackoff había estudiado con Edgar A. Singer (1873-1954) en la Universidad de Pennsylvania, quien, a su vez, había trabajado con William James en Harvard. Hizo un PhD en Filosofía de la Ciencia, habiendo sido director de su tesis C. West Churchman (1913-2004), al que también conocí y traté en sus visitas periódicas al departamento de Social Systems Science.

Quizás mi interés por la Filosofía procede de dicha época y de los estudios y experiencias en el departamento mencionado. Después de terminar todos los cursos comencé a escribir mi tesis doctoral bajo la dirección de Hasan Özbekhan. Avancé mucho en ella, pero no la defendí al tener que regresar a España y poseer ya un doctorado previo.

Lo anterior ha sido una breve nota sobre el fabuloso mosaico de ideas y conocimientos que resultó ser para mi la universidad norteamericana y sobre mi experiencia transdisciplinar.

 

La Escuela de Frankfurt

Pero, entramos ahora, más que por otra cosa por simultaneidad en el tiempo, en la llamada Escuela de Frankfurt. El Círculo de Viena se creó en 1921 y la Escuela de Frankfurt en 1923. Fueron dos movimientos filosóficos muy diferentes, aunque no dejaron de influirse o de tener uno conocimiento del otro. Sobre el primero Indicamos en primer lugar, que sus fundadores o los que más se relacionan con ella son, Max Horkheimer (1895 – 1973) y Theodor Adorno (1903-1969). Todo comenzó con la creación del Instituto de Investigación Social, inaugurado en 1923 en la Universidad de Fráncfort del Meno (Alemania), Su dotación económica inicial vino de los comerciantes y mecenas, Hermann Weil, su hijo Felix Weil -influenciado por el estudioso de la filosofía marxista Karl Korsch- y el co-fundador del Instituto, Friedrich Pollock (ver Internet).

Desde el principio su actividad estuvo orientada al estudio y desarrollo de un marxismo de tipo académico. Se sucedieron una serie de directores, en general estudiosos del marxismo y de su historia, hasta que se relacionó con la Escuela de Frankfurt, movimiento o escuela algo difuso, creado a partir del destacado libro de Horkheimer, Teoría tradicional y teoría crítica, publicado en 1937. Más adelante, entre 1944 y 1947, se compilaron una serie de trabajos por parte de Horkheimer y Adorno, publicados en, Dialéctica de la ilustración.

Han formado parte de esta Escuela personajes muy importantes, que influyeron en gran parte de los que en los 70 y 80 del siglo pasado éramos jóvenes. Si estuviéramos hablando de viva voz se nos podría quebrar, la voz en cuestión, al mencionar a, Erich Fromm (1900-1980), Herbert Marcuse (1898-1979), Walter Benjamin (1892 – 1940), o los mismos, Friedrich Pollock (1894 – 1970) y Leo Löwenthal (1900 – 1993).

En lo que podría ser una segunda generación habría que incluir a, Jürgen Habermas (Nacido en 1929) y Karl-Otto Apel (1922-2017), entre varios otros. Hay también una larga lista de personajes relacionados con la Escuela como, Hannah Arendt, (1906 – 1975), a la que teníamos que haber citado hace tiempo, Ernst Bloch (1885 – 1977), Michel Foucault (1926-1984), Paul Tillich (1886, –1965) y muchos otros.

Sus miembros bebían en general en el marxismo, como ciencia social, en el neopositivismo y en el idealismo alemán, así como en el psicoanálisis. De hecho, fueron figuras de referencia para ellos, especialmente para Horkheimer y Adorno, Hegel, Marx y Freud.

A la Escuela se le une siempre el calificativo de “teoría crítica”, tanto porque dicha expresión aparecía en el título del primer libro de Horkheimer, mencionado anteriormente, como porque pretendía realizar una crítica, tanto a la teoría filosófica y social tradicional como a la cultura y a la moral occidentales.

Introdujeron la idea y el término, “razón instrumental”, para referirse a lo grave que resultaba para la sociedad, la búsqueda del beneficio del capitalismo, el totalitarismo, la fabricación continua de armamento bélico y la utilización de las guerras como mecanismo de funcionamiento de nuestras sociedades. Consideraban que a partir de la Ilustración la razón se convirtió en un instrumento para dominar la naturaleza y controlar a los seres humanos.

Otros, como Fromm, psicólogo de profesión, explicaron que, una vez alcanzada la libertad, las personas no soportan la soledad conseguida con ella y buscan formas nuevas como la obediencia al poder y el abandono del pensamiento para abrazarse a las ideologías. Trataba de explicar así lo ocurrido con el nazismo y con Hitler, en una sociedad tan culta y tan avanzada como la alemana.

En el terreno científico eran críticos también del “universalismo científico”, es decir, del hecho de que la única verdad posible fuera la que se adquiría con la demostración, eliminando así la posibilidad de puntos de vistas más amplios y de ideas imaginativas abridoras de caminos nuevos.

Como es lógico, y por razones de fechas tal como hemos dicho anteriormente, conocieron el positivismo, neopositivismo o empirismo lógico alemán del Círculo de Viena, pero trataron siempre de superar los límites estrechos de dicho positivismos, así como los del materialismo vulgar o, incluso, los de la fenomenología.

 

Jürgen Habermas

A Jürgen Habermas (Nacido en 1929), filósofo y sociólogo alemán, se le considera un continuador de la Escuela de Frankfurt a pesar de la diferencia de edad con los fundadores y de la distancia en ideas que con el tiempo se produjo entre ellos. Llegó a trabajar con Adorno entre 1954 y 1959, y fue su ayudante y colaborador en el Instituto de Investigación Social de Fráncfort, institución que había vuelto a esta ciudad, después de estar unos años exiliada en Nueva York, bajo la batuta, en esa misma ciudad también, de Horkheimer y Adorno.

Habermas, en parte por su larga y activa vida, pero sobre todo por la calidad de su obra, es un filósofo, sociólogo y escritor político enormemente conocido en todo el mundo. Su influencia ha sido muy grande en los últimos años del pasado siglo y lo es en el presente.

Básicamente y según lo declarado por él mismo, el pensamiento de Kant y el de Karl Marx, han desempeñado un papel decisivo en su propio pensamiento.

Es el creador del concepto de “razón comunicativa”, según la cual los hombres podemos cambiar nuestras creencias y entendernos a través de la comunicación personal y el diálogo, utilizando para ello lo que llama “acción comunicativa”. Cree en la ética del discurso y ha desarrollado mucho su teoría de la “democracia deliberativa”. No es tan estricto en eso como sus maestros que creían que la razón, o. mejor dicho, el racionalismo, llevaba al lavado de cerebro de los ciudadanos y a la instrumentalización de todo en favor de los poderosos.

Se distancia de otras aportaciones recientes, como las de sociólogo alemán, Niklas Luhmann (1927 – 1998), y las del filósofo americano, John Rawls (1921-2002), estudiosos ambos, como Habermas, de nuestra sociedad, nuestra política y de la ética y la justicia necesarias. Se diferencia de ellos, pero en línea con su propia actitud y con lo aportado en su obra, tiene las mismas preocupaciones y se ha entendido bien con ellos y con otros sociólogos y politólogos.

 

El totalitarismo

Insistimos en lo que hemos dicho ya en cuanto a que el racionalismo lleva a la ideología y al totalitarismo. Marx y Engels y el marxismo son ejemplos claros de ello, pero también lo son, por el otro extremo, el fascismo y el nacismo. Hay una concatenación clara entre racionalismo, ideología, mesianismo y totalitarismo.

El estudio del totalitarismo y todo lo que aconteció en Alemania en el tercer Reich, de 1933 a 1945, es un tema que también merece ser mencionado aquí, especialmente porque, sobre dicho periodo y sobre el gobierno de Hitler, ha habido multitud de estudios y multitud de reflexiones. Las más importantes, o más difundidas, han sido las de la filósofa alemana, Hannah Arendt (1906 – 1975), discípula y, dicho sea, muy de paso, amante durante unos años, de Martin Heidegger. Escribió obras de mucho impacto, que siguen publicándose en la actualidad. Son muy conocidas y utilizadas, Los orígenes del totalitarismo(1951), La condición humana(1958), Eichmann en Jerusalén (1963) y La vida del espíritu(1977), entre otras.

Es importante recordar también la influencia en la toma de poder de Hitler y en la difusión del nazismo, los tristes años de la República de Weimar, de fuerte inestabilidad política y económica, así como de intentos revolucionarios diversos por parte de la izquierda.

Convendría mencionar asimismo a dos personajes muy importantes, de por sí, como grandes filósofos que fueron, y por su gran amistad con Anna Arendt. Se trata de, Karl Jaspers (1883-1969) y Hans Jonas (1903 – 1993). El primero, amigo también de Heidegger, sobre el que insistió en infinidad de ocasiones para que se arrepintiera de su colaboración con el nazismo, fue un gran psiquiatra, filósofo y teólogo alemán. Se mantuvo en Alemania bajo el nazismo, aunque lo retiraron de su cátedra y no lo dejaron enseñar, a causa del origen judío de su mujer, alemana por los cuatro costados. Después de la guerra fue repuesto en su cátedra y realizó una gran labor en la reconstrucción del sistema de enseñanza alemán.

Recientemente se ha reeditado en español su libro de 1949, Origen y meta de la historia(Acantilado, Barcelona, 2017), en el que se explica su concepto de la Era Axial, relativo al periodo del año 800 al 200 a. C, en Grecia, en el que surgió el pensamiento occidental, y en gran parte, el mundial. Se recoge en los créditos de esta publicación la opinión de Hannah Arendt sobre Jaspers, al que se refiere como, “El mejor maestro de todos los tiempos, la conciencia de Alemania”.

Como anecdótico se me ocurre indicar que, en el libro anterior, el traductor utiliza la expresión “tiempo-eje” para referirse a la mucho más bella y aceptada de “era axial”.

Fue el introductor también de lo que llamó “situaciones límite”, en las cuales el ser humano toma conciencia de su finitud y se abre al ser y a la transcendencia. En esas ocasiones el hombre vive su existencia auténtica.

Su vida y la de su mujer pasaron por ellas, ya que se cuenta lo mal que sobrevivieron escondidos durante la guerra y que cuando ya no les quedaba más solución que el suicidio, la guerra finalizó. Lo consiguieron al final, según Jaspers, gracias a una recíproca “comunicación existencial”.

Su bibliografía es extensísima en las tres áreas en las que trabajó, psiquiatría, filosofía y teología.

Hans Jonas (1903 – 1993) fue también un gran amigo de Arendt, tanto en Alemania como posteriormente en Nueva York. Fue un gran filósofo y un gran teólogo o estudioso de las religiones.

 

Artículo elaborado por Adolfo Castilla, doctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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